Salimos por el lado contrario de la
aldea, ya comenzaba a oscurecer. El camino hasta ahí había sido tranquilo, la
niña empezó a moverse extrañamente, buscando en todos lados, se le podía ver
realmente preocupada, yo no sabía qué era lo que buscaba. <<Están
aquí>> gritó la niña, le pregunté a quienes se refería, pero su angustia
era mayor, no prestaba atención a lo que le decía. <<Lo sé, están aquí.
Son ellos, nos encontraron>>. Comencé a mirar para todos lados, pero no
lograba ver a nadie. Ella recargó su espalda en mí, y comenzó a respirar
agitadamente. <<Él no sabe nada, ni yo. Por favor no nos hagan
daño>> comenzó a decir la niña con desesperación. En ese momento pensé en
que tal vez serían los hombres que lastimaron a su abuelo.
-¿Son ellos? – Pregunté. – ¿Son las
personas que lastimaron a tu abuelo?
-Están aquí, nos han estado
siguiendo. – Dijo preocupada.
-Pero yo no logro ver nada,
dime ¿dónde los ves?
-No los veo, -Respondió -
pero esta sensación es la misma que tuve cuando atacaron mi casa, estoy segura
que están aquí.
-Tal vez estás agotada por
el camino, ¿Qué te parece si descansamos un poco? – Propuse.
-No, están ahí, -Dijo
señalando con decisión - detrás de esas rocas.
Me acerqué a las rocas,
eran bastante grandes, casi impensable que alguien con el tamaño de esos
hombrecillos pudiera atravesarla, la niña se quedó parada en el mismo lugar
donde la dejé, y comencé a buscar alguna manera de mirar a través de las rocas,
yo estaba seguro de que todo era producto de su imaginación, así que pretendía
demostrar que detrás no había nada. Al fin logre subir un poco y tener visión
hacia el otro lado. Se percibían pequeñas luces, como fogatas o algo por el
estilo, pero no veía a nadie. Subí un poco más las rocas para tener mejor
vista, pero cuando estuve a punto de mirar la niña comenzó a gritar. Preocupado
bajé de prisa las rocas, al acercarme habían tres hombrecillos rodeando a la
niña, no supe qué hacer, solo me quedé mirando y pensando cómo sacarla de eso.
En eso uno de ellos se volvió hacia mí.
-Señor Radolf, ¡Qué
sorpresa! – Dijo realmente asombrado. Los otros tres voltearon en seguida a
mirarme. – ¿Dígame, para qué ha venido hasta aquí?
Pensé rápidamente en qué
responder, -He venido a buscarlos ¿Quién es esa niña? – Pregunté fingiendo no
conocerla, temía que todo fuera un plan de ellos, y que en realidad sí nos
habían estado siguiendo, pero decidí arriesgar y continuar con la farsa.
-¿Qué le parece? – contestó
uno de ellos. –La hemos encontrado espiando nuestras casas.
-¿Sus casas? – Pregunté
intrigado – ¿Ustedes no vivían a las orillas del volcán?
-Sí así es – respondió el
mismo – Pero ahora el volcán está portándose bastante mal, y en cualquier
momento pude acabar con todo lo que está a su alrededor, así que decidimos
mudarnos a este lugar.
-Pero es muy cerca de la
aldea, saben que esto puede ocasionarles problemas.
-Y ¿qué más da? – Dijeron los
tres – Nadie sabe que estamos aquí.
-¿Qué piensan hacer con la
niña?
-La llevaremos con los
nuestros, tal vez usted no sepa, pero ella puede ser de gran ayuda en nuestra
misión. – añadió el más pequeño.
-¿Para localizar el mapa?
-Sí, así es – comentó el
hombrecillo – Nuestro señor estará muy contento de esto.
-Creo que no será necesaria
esta niña, déjenla ir, tengo buenas noticias para ustedes – Les mentí esperando
que me creyeran. – En dos días el volcán hará erupción, y causará grandes
daños. Y con todo eso incluso el manticora, que es guardián de las cavernas
cercanas al volcán abandonará su sitio, ese es el único lugar que tiene acceso
sin problemas al oro. Deben esperar a que el guardián salga, y entrar
apresuradamente antes de que la lava cubra la caverna. Al llegar al oro, no
tendrán más dificultades, ya que él los proveerá de lo que necesiten, incluso
para encontrar la salida.
-Pero es muy arriesgado –
Dijo uno de ellos preocupado. – Creo que lo mejor es conseguir el mapa, y así
no correremos riesgos.
-Del mapa no he logrado
conseguir nada – argumenté – es probable que haya sido destruido, así que no
tienen más remedio si lo que quieren es conseguir el oro mágico.
Después de dudar por varios
minutos los hombrecillos aceptaron mis explicaciones, les pedí que fueran a dar
aviso a sus compañeros, ya que era una labor complicada y requería de apoyo.
Les aseguré que yo acompañaría a la niña y que me aseguraría de que no les
ocasionara problemas. Los tres corrieron con los suyos, la niña me miró fijamente
sin decir palabras, se le veía un cierto grado de desconfianza. Le expliqué
porqué había dicho todo eso, después de algún rato de silencio me abrazó y
soltó a llorar, <<Muchas gracias, creí que me habías engañado>>. La
niña me soltó y me pidió continuar.
De pronto una voz extraña
nos detuvo a pocos metros de ahí. -He visto lo que has hecho, eres muy sagaz en
tus historias Radolf. – Dijo con voz delicada. Volteamos a ver quién era, y se
trataba de un elfo, un elfo de cabellos
grises, tenía sus ojos cerrados, y era bastante bello. Se encontraba sentado sobre un pequeño tronco. No me explicaba cómo
sabía mi nombre. También me sorprendía el que hubiera aparecido, los elfos son
seres muy inteligentes, y es muy complicado verlos.
-¿Quién eres? – Pregunté
interesado.
-Soy un elfo, -
respondió, mientras se ponía de pié y abría sus ojos. Unos ojos hermosos, profundos y místicos. – y estoy aquí para ayudarte. Sé lo que te
propones, pero no es nada fácil, el bosque de cristal es un lugar peligroso
para los intrusos, no te será sencillo entrar en él, así que he venido a
guiarte un poco. Deberás seguir el mismo camino que llevan, pero al llegar a
las antiguas ruinas, asegúrate de no alejarte demasiado, si te es posible
avanza por dentro de ellas. Al final de estas está una pequeña entrada que da
directo al bosque, ahí te estará esperando una driada, ella te llevará hasta el
lago.
-Y ¿cómo la reconoceré? –
Repliqué intrigado – Es muy difícil verlas en el bosque.
-Al llegar a la entrada,
mantengan un paso detrás de la entrada, ahí ella les hará alguna seña. Con ella
no correrán riesgos, pero apresúrense.
¿Apresurarnos? No entendía
por qué nos decía esto, por qué nos seguía, o por qué querría ayudarnos. Todo
me empezaba a parecer muy confuso, empecé a sentir miedo. Creí que todo era ya
un plan, y que incluso la pequeña niña estaba metida en todo, pero aún así
seguí adelante. No podía dejar que el miedo me venciera, era una nueva aventura
y como tal debía darle frente.