viernes, 7 de diciembre de 2012

Volví a comenzar


Fue tan inesperado, estaba sentado en ese pequeño café con las manos sobre la mesa, recordando tantos momentos que pasé a lado de ella, en las afueras caía una suave brisa que me daba una vista acogedora, pero también melancólica. Respiraba y sentía el calor del lugar envolviendo mi cuerpo, recordaba aquellos días en los que encaprichado la hacía caminar bajo la lluvia, sé que lo odiaba, pero yo en verdad amaba esos momentos. También llegan a mi mente tantos detalles que tuve hacia a ella, para demostrarte lo mucho que la amaba, pero ni así lo lograba entender.

Recuerdo cuando, en ocasiones me sentía solo y necesitaba de ella, simplemente me miraba y me decía <<Tú te lo buscaste, las cosas no son gratis>>, en cambio yo siempre estuve para cuando me necesitara. A un lado de mí habían algunos hombres que platicaban divertidos experiencias pasadas, yo los encontraba desesperantes, pues hacían mucho ruido entre risas y voces casi gritando, aún así cuando lograba regresar, volvía a preguntarme ¿En qué fallé? Creo que hasta ahora no puedo responderlo.

De pronto uno de los hombres que hablaban en la mesa de a un lado se acercó a mí, me hizo un comentario simpático y yo respondí con un gesto de indiferencia, me pidió acompañarme unos minutos, me dijo que llevaba algún tiempo mirándome y que notaba cierta tristeza en mí. Con una mueca de indiferencia lo miré a los ojos, y lancé una pequeña sonrisa <<¿Ah sí? ¿y cómo lo has notado?>> le respondí sarcástico.
-No es difícil darse cuenta, si fijas tu mirada en la lluvia, y lanzas suspiros continuos - Dijo él.
-Es porque la lluvia me trae recuerdos del pasado – dije lanzando un suspiro más.

Se sentó a mi lado y comenzamos a platicar, curiosamente me desvió el camino, comenzó a hablar sobre sus amigos, que hacían escándalo y que a un hombre como yo seguro le molestaría, yo aún indiferente intentaba desviar su mirada, y desmostrarle que por el momento no me interesaba conocer a nadie, tal vez su intención era solo hacerme sonreír, y después de mucho lo consiguió. No sé en qué momento ocurrió, pero también él empezó a reír de lo que yo le contaba, a fuera la lluvia caía más fuerte, los hombres que lo acompañaban, se fueron despidiendo uno a uno con forme avanzaban las horas, pero él seguí ahí, conmigo. Fueron momentos realmente buenos, hizo que sacara de mi mente lo negativo que la llenaba de vacío y me hacía recordar momentos divertidos de mi vida, e imaginar, además muchos de los de él. Reíamos bastante, no parecíamos desconocidos, parecía que antes nos hubiéramos conocido y que el destino nos hubiera vuelto a unir.

Se interesaba de todo cuanto yo le platicara, cuando la plática se ponía más sería, me miraba a los ojos y luego volteaba su mirada a la mesa, haciendo un gesto de comprensión. ¿Cuántas veces no esperé de ella ese gesto?, él solo me miraba, y al final me lanzaba una hermosa sonrisa, encogía sus hombros y me decía cualquier cosa, tal vez simple pero atinada, que transformaba el instante. En un momento, quise contar sobre ella, pero él me desvió la platica, y me contó lo que hacía con su familia, las películas que prefería, y al terminar, me dijo que no quería que recordara malos tiempos, que ahora ya no lo necesitaba. Y tenía razón, hacía mucho tiempo que yo no compartía momentos tan agradables con alguien.

La lluvia comenzó a detenerse, y cada vez teníamos menos qué contar, así que después de un rato decidimos retirarnos, me pidió mi teléfono y no se lo quise dar, le dije que si el destino lo quisiera, otra vez nos volveríamos a encontrar, él hizo un gesto de comprensión pero también de decepción, le di la mano y le robé un abrazo, le di las gracias por haberme recordado lo que es reír con alguien sin que se burlen de mí, él me tomó del hombro y me dijo una palabras que aún tengo en la mente <<Un hombre como tú no debe buscar en alguien más, sino en si mismo, porque las cosas o las personas llegan traídas por el destino>>.

Fueron sus últimas palabras y se marchó. Yo esperé unos segundos y salí tras de él, el pavimento aún estaba mojado, se sentía el frío de la lluvia, y caminé a casa. Extrañamente mis labios marcaron una sonrisa durante el trayecto, y mi pensamiento solo estaba en él, pero esperen… ¿Cómo se llamaba? No lo pregunté.

Él me hizo sentir lo que ella jamás quiso hacer, me hizo sentir que tengo fuerza, y que merece la pena volver a intentar, una y otra vez. Después de ese día regresé al café en alguna hora similar hasta volverlo encontrar, y así fue, tres días después y ahí estaba, me miró, dibujó una sonrisa en su rostro y me invitó a sentarme junto a él. Desde ese día, yo volví a comenzar.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Y ahora vuelves...


Vuelves a pedirme perdón y decirme que fuiste una estúpida al dejarme ir. ¿Por qué hasta ahora? ¿Qué no te das cuenta? Te esperé mucho tiempo, fui fiel a tu amor desde ese día en que me pediste que no te buscara más, que necesitabas conocer más hombres y aprender más de esta vida tan corta. Aún recuerdo el día exacto y tus palabras, sílaba por sílaba. Me pediste salir a dar un paseo por el parque que está cerca de tu casa, nos reímos y nos divertimos como niños pequeños, jugamos con el pasto, mirábamos pasar a las personas y yo te escuchaba mientras decías sus curiosos defectos, que también recuerdo tenías un sexto sentido para percibir esos detalles. ¿Quién se fijaría si alguien trae un cinturón de diferente color a los zapatos? O peor aún ¿Cuándo me iba a dar cuenta que los calcetines no eran del color del pantalón? Eran momentos divertidos.

Ese día casi para caer la noche te quedaste callada, automáticamente me di cuenta que algo pasaba, te conozco de más y sé que esa actitud no es normal. <<Necesito vivir más, no puedo permitir que mi vida se estanque en ti, apenas tengo 21 años y tú has sido el único hombre desde 4 años con quien he estado, no quiero que esto sea así. Yo necesito conocer y si me equivoco, bueno pues será cosa mía y estoy segura que si en verdad me amas serás capaz de esperarme>>. Ahora pienso esas palabras y me doy cuenta de lo tonto, de lo enamorado que estaba. Me dolían en todo mi ser esas palabras, pero mi dignidad era tan baja que no podía decir que no, acepté tus pretextos, fingí ser tu amigo para no alejarme demasiado. Te vi abrazar a otros hombres, te vi besarlos, tuviste el cinismo de contarme que te habías metido con uno o con otro, y yo callado, aguantando el coraje.

Tú me decías que empezara mi vida de nuevo, que no podía estar soltero, que yo eran tan guapo que cualquiera querría estar conmigo, pero yo no quería estar con nadie que no fueras tú. Te acompañé como un amigo, levantándote cada vez que te caías, y esperando que ya te dieras cuenta que yo era lo que tú necesitabas. Te demostré más de una vez que para mí no había más vida si no la compartías conmigo, que nadie podía llenar esos espacios que tú conocías de memoria, y jamás me quisiste escuchar, dime ¿Por qué hoy sí? Seis años esperándote, seis malditos años de mi vida que estuve intentado recuperar lo que teníamos, y no lo logré. Hasta después de ese tiempo decidí soltarte y dejarte libre. Me ha dolido como no lo imaginas, pero en ese proceso, ahora estoy feliz, y me doy cuenta del tiempo que gasté pensando en el pasado y esperando que regresara, sin darme cuenta que el futuro me vendría lleno de gracias y alegrías. He conocido a alguien ¿Sabes? No es nada parecida a ti, es todo lo contrario, pero ella me ha demostrado que me ama y que está dispuesta a darlo todo por mí.

Dime ¿Por qué has vuelto? ¿Vuelves porque ves que estoy dispuesto a rehacer mi vida? ¿Vuelves a hacer pedazos lo que he logrado hasta ahora? Creo que te quedarás esperando, porque mis labios ahora le perteneces a alguien más, a alguien que sí los valora y que tiembla al sentirlos con los suyos, alguien que no solo quiere una vida para ella, sino una vida para ambos. Vuelves en mal momento. Si querías regresar el tiempo, debiste hacerlo hace años atrás hoy, es tarde, hoy he aprendido a valorarme y ya sé quién soy.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Él, quien murió de amor.


Al final yo era solamente su enamorado, uno más tal vez aunque estoy seguro que nadie sintió por ella algo tan fuerte como lo que yo sentía. Siempre negué a todos cuánto la amaba, me gustaba hacerles creer que era solo un amor de amigos, aunque habían quienes siempre me cuestionaban, en especial su hermano <<Estás seguro que no estás enamorado de ella>> me decía siempre, y yo fingía total desinterés. Lo cierto era que ella era todo mi camino, todo mi rumbo, ella era capaz de convertir un segundo en miles de horas o al contrario, cada que no estaba presente o la veía pasar desde lejos, los minutos eran eternos, y cuando al fin estaba a mi lado, así pasara todo el día, para mí no era suficiente, empecé a darme cuenta que la necesitaba indirectamente, aunque ella buscaba a alguien más, a otro caballero de mayor edad, entiendo que soy un poco tonto, y que aún me falta mucho por conocer pero por ella estaba dispuesto a dejar esta imagen.

Recuerdo bellos momentos en los que la soledad me atrapaba, y es normal en un chico de 18 años, y sin quererlo ni saberlo ella aparecía en mi vida, me decía cosas hermosas y me ayudaba a salir de esos espacios blancos. Recuerdo también cuando ella se sentía triste y me buscaba, al ser ella una chica tan guapa, muchos hombres la buscaban por interés y jugaban con ella, desafortunadamente nunca supo diferenciar esas cosas y entregaba el corazón a todos, a todos excepto a quien estaba dispuesto a recibirlo y cuidarlo, excepto a mí. Me buscaba llorando, pidiéndome consejos, yo la abrazaba y le hacía sentir que todo estaría bien, y así era hasta que conoció a ese hombre mayor, no llegaba tal vez a los 25 años, pero a ella le parecía muy interesante. Él la lastimaba con frecuencia y ella corría a mí a consolarse, más de una vez terminó con esa relación y por una extraña razón algo los unía. A mí me mataba el saber que le volvería a hacer daño. No había momento que más odiara que cuando la veía vertir sus lagrimas sobre mi hombro.

Aún recuerdo el día que no soporté más y le dije lo que sentía, ella me llamó porque necesitaba contarme algo importante que le había sucedido con "el otro". Cuando comenzó a contarme, sentí que las estrellas caían a cachos sobre mi, rasgando mi piel una a una. << ¿Te irás con él?>> Eso parecía, ella me abrazó y no soporté el llanto.

- ¿Sabes algo? – solté sin pensar más – Hay ocasiones en las que quisiera que si me llamaras no fuera para hablarme lo mal que lo pasan, y yo te sirva para desahogarte, te diga lo maravillosa que eres, todo lo que vales, y mañana estés con él de nuevo.
- ¿Pero qué te pasa? – Dijo con cierta extrañeza.
- Me pasa, que no soporto más. No sé cómo no te das cuenta que mi corazón se parte cada que estás con él. Que mi respiración me falta cuando me platicas que haces con él lo que jamás podré hacer contigo. ¿Sabes? Me gustaría que un día me llamaras y por primera vez me dijeras que es porque me necesitas, porque me quieres.

Ella permaneció en silencio, mirándome fijamente, yo sentía una sensación en mi cuerpo inexplicable, salí de ese lugar, la dejé ahí sin haberla escuchado. Corrí al baño y me encerré a llorar en silencio. Apretaba mis puños, mis ojos. No podía entender ¿porqué no era yo lo que ella buscaba? Yo tenía muchas amigas dispuestas a lo que yo les propusiera, pero mi vida estaba atada a la de ella.

Hoy pasan todos esos momentos en mi mente, aquí frente a su tumba, a punto de ser llevada algunos metros hacia abajo, y mi corazón acompañándola. Miro a su hermano, a su madre desconsolados, y a ese, que tanto la lastimó dejando un ramo de rosas enorme sobre ataúd, y yo con solo una pequeña flor, pero tal vez en esa flor estaba entregando más de lo que todos podían imaginarse. Caminé al féretro y la puse sobre él, mi llanto no pudo ocultarse y comencé a sacar todo lo que tenía adentro, no sé si lo llevé a eso también, pero ese hombre “el otro” comenzó a llorar  a mi lado, repitiendo muchas veces <<Mi amor, te amo>>. Y yo en silencio las repetía con él. Me jaló del brazo y me abrazó fuertemente. Y así despedí al ser que más me hizo sentir en mi vida, al ser de quien me enamoré.

viernes, 5 de octubre de 2012

Tan solo tú

He luchado contra mí mismo con tal de tenerte cerca, he cambiado incluso mis hábitos negativos pensando en ti. Eres tú a quien mi corazón desea, eres tú quien tal vez podría transformar mi mundo y llevarme de la mano a universos desconocidos. Quisiera arriesgarme a todo por ti, dejar incluso aquello que más me apasiona por estar a tu lado, y construir contigo nuevos y diferentes momentos.Cada que te miro creas en mí nuevas sensaciones, y siempre son mejores. Nunca creí volver a sentir por alguien lo que he sentido por ti, fue solo un momento, pero desde el primer instante que te vi pasar supe que eras tú a quien yo quería. Me aterra el pensar que tú no compartes ni un poco de lo que yo siento, no sé cómo demostrarte lo que haces en mí sin parecer un idiota. Quiero creer que todo es cuestión del tiempo, porque el destino me ha dado señales que serás tú quien detenga mi vida y por fin logre enamorarme. Tengo esta ilusión tan metida en mi corazón, que quisiera salir corriendo de este lugar y buscarte, tener el valor de compartir una conversación contigo, lejos de un simple saludo. A mi alrededor hay muchas personas, algunas interesantes y otras no tanto, pero en mi mente solo habitas tú, solo espero el verte una vez más, coincidir contigo, tenerte de frente y comenzar a enamorarte. Sé que no es tan fácil, pero si es mi corazón quien me guía, nada podrá impedir que estés aquí, conmigo.

Aún estoy dispuesto a seguir luchando, seguir arriesgándome por ti, a pesar de quienes me rodeen, no quiero tener ojos para nadie más, quiero que mi mirada solo se dirija a ti. Eres la única persona capaz de transformar mis malos días es días extraordinarios con tan solo una sonrisa. ¡Quiero que sepas que estoy aquí! ¿Cómo te lo demuestro? ¿Qué quieres que haga para convencerte que estoy dispuesto a darte todo lo que necesites? Tengo mucho amor guardado en mí, y que de una u otra manera lo he estado reservando a ti, aún sin saberlo, y sin antes conocerte ya te pertenecía.

¿Deberé esperarte también yo? No lo sé, pero si es así, esperaré por ti, no importa cuánto tiempo. A partir de este momento he decidido cerrar mi corazón y mis sentimientos hasta el día en que tú los tomes, hasta que me hagas tuyo.

viernes, 17 de agosto de 2012

El precio de una juventud.


    Tenía yo solo 17 años. A esa edad ¿qué te puede preocupar si no pensamos más que en el amor y el desamor? Era yo un pequeño que buscaba ser grande, que quería a toda costa vivir una vida que aún no era la que debía. Una edad en la que el vicio y la fiesta eran primordiales para mí y mis amigos, no tomábamos precauciones de nada, llegábamos a creer que entre más problemas ocasionáramos más grandes y maduros éramos, eso sí sin que nuestros padres se enteraran, sino entonces regresábamos a ser los niños berrinchudos que dependíamos de nuestras familias.

     Casi todos compartíamos la misma edad, excepto uno que solo tenía 16 y el más grande estaba solo a días de cumplir 18, por lo que teníamos una mentalidad muy similar todos, excepto el más pequeño, extrañamente era el que más nos regañaba o nos intentaba prevenir el peligro, pero como es suponer de miedoso y marica no lo bajábamos. Tal vez yo debí hacerle caso, y no solo yo, todos. Pero a esa edad ¿qué nos van a preocupar las consecuencias? Seguían siendo emociones fuertes. De los siete casi adolecentes que éramos solo habíamos dos que guardábamos la virginidad, y digo guardar porque siempre habían momentos en que podíamos perderla muy fácil. Ninguno de nosotros era feo, claro habían algunos mejor parecidos que otros, la situación económica era buena, así que no teníamos problema con las mujeres. Los otros chicos siempre nos hacían burla por lo que éramos, pero no llevábamos prisa, al decir verdad, yo disfrutaba besar a las chicas y meterles mano, pero más de ahí no me daba la gana.

     Recuerdo que un día en una fiesta de alguien que yo jamás conocí, había una chica bastante atractiva. Era una de esas fiestas donde no hay censura alguna, todos se meten lo que quieren y quien sea puede terminar con cualquiera. En esa fiesta se había planteado únicamente que no podía haber sexo en frente de los demás, para eso habían destinado algunos cuartos o incluso el baño, y entendiendo por sexo únicamente que hubiera penetración de otra manera estaba permitido. Era una locura total. Diego, que era el más joven de nosotros me pidió que nos marcháramos, que no se sentía cómodo en ese lugar. Yo le pedí que se quedara conmigo, y que no tuviera miedo. Él acepto mi propuesta, y en toda la noche no se separó de mí. De un momento a otro, sentí la mirada de alguien muy fuerte, al voltear a ver era esa chica, hermosa, de un cuerpo perfecto, y un gran escote que a cualquiera haría sudar. Yo le hice un gesto con la cara, y ella me lo correspondió, pero un hombre llegó a sus espaldas y se la llevó, tal vez fue lo mejor. Yo me sentí como un idiota, y seguí bebiendo. Uno de los chicos me ofreció una pastilla, me aseguró que con esa la pasaría de poca madre, yo la recibí sin intención de tomarla, no estaba tan loco o tan borracho. Sin embargo sí la consumí ¿Por qué? Simple, Diego me pidió que no lo hiciera. Me la tomé solo por fastidiarlo, no perdí el sentido, pero sí mi valor. Pedí otra de esas pastillas a ese chico, en esa ocasión me la cobró, fui hasta Diego, y sin que se diera cuenta la eché en su bebida.

    La noche avanzó, y yo comencé a sentir mucha excitación sexual, no sé qué me había dado con esa pastilla, pero incluso mi respiración comenzaba a aumentar. No pude evitar sentir el calor de Diego a mi lado, y me excitaba más. Yo estaba consciente de que estaba bajo la dosis de esa cosa, y que yo no era puñal, así que aguanté mis deseos en ese instante. Entre la gente vi sentada a la chica <<Es ahora o nunca>> me dije. Caminé hacia ella y le hablé, ella ya estaba algo borracha y no sé si drogada, el punto es que congeniamos a la primera, me la llevé al sillón donde estábamos Diego y yo, y prendimos un poco el ambiente. Nos besamos tanto que yo estaba extremadamente excitado, ya no podía soportarlo. Diego estaba a un lado, tocándose, cuando lo vi lo hice que se integrara a nosotros, él aceptó, ella nos jaló y nos llevó hasta una recámara, donde pasó de todo. Fue una noche realmente alocada, era mi primera vez con una mujer impresionante, y con uno de mis amigos, para él también era la primera vez. Lo hicimos tantas veces que creo después de eso terminamos siendo expertos. Ella tenía un cuerpo único, ni una marca, nada. Senos perfectos, era mayor que nosotros, tal vez unos cuatro años, por lo que en experiencia nos ganaba por mucho. Hicimos lo que ella quería que hiciéramos, incluso entre Diego y yo, pero al momento no nos importó.

     ¿Porqué les he contado esta historia? Simple, porque hoy cumplo 21 años, y desde ese día marqué mi vida para siempre. Decidí entregarme a una cualquiera, y no solo eso, hice que uno de mis mejores amigos lo hiciera también, y sin que él lo supiera, hasta hoy no he tenido el valor de confesar lo que hice. Quisiera que esa noche nunca hubiera sucedido, haberle hecho caso a Diego cuando me pedía que nos marcháramos, o que no tomara esa pastilla. Fueron muchos errores en un solo momento y ahora estoy pagando con ello. Cumplo 21 años pero también estoy siendo parte del entierro de Diego. Él nos abandonó hace algunas horas, su agonía ya no paraba, era desgarrador verlo en esa situación, situación en la que sin duda estoy condenado a vivir. ¿Preguntas de qué murió Diego? Más te habría valido no preguntar, esa noche esa mujer nos contagió de una enfermedad mortal, así es SIDA, y hoy estoy pagando las consecuencias de mis actos. Me siento arrepentido, pero sobre todo, me siento miserable al saber cuánta gente no está en mi mismo caso. ¿Cuántos no podrían prevenir si tan solo tuvieran un poco de conciencia? O tal vez solo un condón.

     Yo rezaré a Diego para que sus palabras que están pensando lleguen a él, aunque sé que me están destrozando y que estarán diciendo lo peor de mí. Me lo merezco, y me merezco este sufrimiento y mucho más, es el precio de una juventud sin límites.

viernes, 10 de agosto de 2012

Instintos bajo la piel (Parte 5)


Las horas en ese cuarto pasaban tan lentas que llegué al grado de aburrirme incluso de mí, ya no quería escucharme pensar, ya estaba cansada de idear cosas y ponerme a soñar, que era lo único que podía hacer. Por ratos tomaba mi libro, comenzaba a leerlo, unos cuantos párrafos y no entendía nada de la lectura, creo que en todo el día no logré leer ni siquiera seis páginas. Estaba completamente desesperada, no quería pensar tampoco en el sacerdote, y mucho menos en Ximena, estaba harta de todo y de todos, me recosté sobre mi cama e intenté poner mi mente en blanco, cerré mis ojos, creí que si dormía el tiempo pasaría más rápido, y así fue, creo. No me di cuenta cuando llegó Ximena, solo recuerdo haber amanecido al día siguiente con mi ropa de dormir y con las cobijas encima, lo que quería decir que Ximena lo había hecho todo. La volteé a ver y estaba completamente dormida, su cabello se veía caer sobre la almohada, y su bella figura por encima de las sábanas. Era un nuevo día, y ahora tenía que ver a qué me enfrentaría. Me puse de pié y comencé a arreglarme, no sé si el dormir me haya ayudado a aclarar mis ideas, al ponerme de pié me sentía completa, me sentía nueva y claro sentía esos deseos tremendos de tirarme al padrecito, después de todo, el castigo no funcionó.

Me fui a la ducha mientras Ximena dormía,  no quería despertarla, si ella había hecho algo por mí, yo también podría dejarla unos minutos más. Aún el convento estaba solo, me extrañó no ver a ninguna despierta, en situaciones normales, mi mente hubiera dado para hacer cualquier locura, pero en ese momento no sentí ningún deseo. Las regaderas estaban solas, nunca había estado así, me desnudé y entré al agua. Fue una ducha bastante buena, hacía tiempo no tenía una como esa, o al menos desde que entré al convento. Por primera vez sentí que mi piel se erizaba con la caída del agua, la sentí sobre mis pechos, hacia mi cintura. El agua tibia resultaba bastante excitante para mí, acaricié mi cuerpo, me atreví a sentirme en un lugar donde en cualquier momento entraría alguien. Mi mente tan pervertida comenzó a imaginar lo que sería de mí si en ese momento entrara el sacerdote, o más bien, qué sería de él. Lo llevaría conmigo, lo despojaría de sus ropas tan anticuadas y lo metería al agua. ¿Cómo actuaría él ante eso? No lo sé, tal vez me rechazara, o tal vez no, lo único cierto es que nadie me podía evitar imaginarme su cuerpo desnudo rozando con el mío, y nuestros labios… bueno, nuestros labios cruzados entre besos, mordidas y de más, mientras recorre con sus manos todo mi cuerpo. Vaya que fue un buen sueño, incluso hoy se antoja que hubiera ocurrido algo similar en algún momento. Después de algunos minutos llegó la primera, como siempre saludando muy contentas por la mañana, como si ignoraran el patético día que nos espera. En fin salí de ahí casi instantáneo, tomé mis cosas y me fui a mi habitación. En el corredor estaba la madre superiora, cuando la vi, quise esconderme debajo de la puerta más cercana, me miró y dio unos pasos hacia mí <<Me da gusto que ya estés preparándote, eso habla muy bien de ti Fernanda>>. Como si lo hubiera hecho por disciplina, la verdad es que ya no soportaba estar acostada y mucho menos encerrada en ese cuarto tan pequeño. Se dio la vuelta y se metió a las regaderas también. Ximena aún seguía en la cama, no lo entendía, siempre se levantaba antes que yo, intenté despertarla, pero no pude, estaba como una roca. Terminé de vestirme creyendo que en cualquier momento se daría cuenta entre sueños de la hora y despertaría.

Salí de la habitación en cuanto terminé mis deberes ahí, nuevamente moví un poco a Ximena para que reaccionara, pero tampoco tuve suerte. Me fui al desayuno, siempre llegaba tarde y no alcanzaba a comer bien porque tenía que estar en misa casi al instante, así que ese día lo hice antes, creo que eso de haberme levantado un poco antes me permitió estar de mejor carácter. Llegué a la cocina y apenas habían algunas, me senté algo retirado de las demás y disfruté mi desayuno, no era muy bueno, pero era eso, o aguantarme el hambre hasta el fin de semana. Yo suponía en cualquier momento llegaría Ximena, aparte su comida pero no llegó. La superior nos llamó a misa, y tuve que devolver su comida. Dentro de la iglesia era el único sitio donde amaba estar hasta atrás, ahí podía ver al resto, algunas cabeceando, otras que les ganaba el sueño durante el sermón, y otra, o sea yo, no parpadeaba ni una sola vez, si lo hacía no podría reírme de esas monjitas dormilonas que no soportaban el sueño, y lo más importante, me perdería de algunos momentos de ver a mi hombre. A él siempre se le veía entero en las ceremonias, era como si fuera medio día o algo así. Su manera de hablar era encantadora, claro que yo no ponía atención a lo que decía, sino cómo lo decía. Cuando nos acercábamos para la comunión era el momento más importante del día, era como un momento íntimo entre él y yo, solo que él no lo sabía. Creo que nunca notó la manera en que yo tomaba la ostia, la mayoría de las monjas lo hacían con la cabeza abajo, pero yo no le quitaba la mirada al padrecito. Él no me volteaba a ver, como a todas solo miraba la ostia y que entrara en la boca. En momentos me daban ganas de quitarme el hábito justo frente de él para que me mirara, pero eso sería absurdo y por supuesto me echarían de ahí.

Ximena no llegó ni a la ceremonia, eso ya era preocupante, regresé al cuarto y estaba en la misma posición en la que la había dejado, no había movido ni un músculo, me acerqué a ella e intenté animarla, una sensación rara sentí en mi cuerpo, como si me estuviera pidiendo ayuda de algún otro modo. Salí del cuarto gritando fuerte, lo más rápido que podía pidiendo ayuda, diciendo que algo le pasaba a Ximena. Algunas chicas corrieron a auxiliarla, le revisaron todo, y vieron que no reaccionaba, al parecer tenía altos grados de temperatura, corrí con la superior y le dije lo que pasaba, fue inmediatamente a la habitación y ordenó llevarla a revisión.

-No te preocupes Fernanda – Me dijo la superior. –Estará bien, solo será alguna infección.
-Claro, era un poco raro que no estuviera con nosotros. – Añadí.
-Bueno, si gustas más tarde puedes pasar a verla a la enfermería, seguro se pondrá mejor, por hoy debo encargarte la tarea que ella tiene. ¿Sabes cuál es?
Me quedé echa una momia, no podía creer lo que me estaba pidiendo, dentro de mí me alegré de que Ximena se hubiera puesto mal, una vez más gracias a ella daba un paso adelante. – Sí, claro que la sé, ahora mismo lo hago.

viernes, 3 de agosto de 2012

Instintos bajo la piel (parte 4)


Al retirarse de la habitación la madre superior echó llave por fuera, lo que me dejaba completamente aislada, me dijo que solo tomaría una comida en todo el día y que mis cosas serían tiradas a la basura, pues ninguna mujer debe ocultar su belleza detrás de un payaso lleno de maquillaje, <<espero el castigo fuera suficiente para no volverlo a hacer>>. ¿Cómo podría repetirlo? Ella me había quitado todo lo que me hacía diferente a esas momias, lo que me tranquilizó fue que recordé que tengo permitido visitar a mi padres un fin de semana al mes, y podría rehacerme de cosas nuevas, por fortuna no descubrió la pequeña loción que guardé en el morral del rosario, lo saqué en seguida y lo guardé entre mis cosas.

            Pasaba el tiempo, y yo encerrada, sin poder hacer nada, intenté dormir pero era imposible, pensé en quitarme el hábito y ponerme más cómoda, pero si iban a verme por cualquier situación y me veían sin él, estoy segura que el castigo aumentaría. De entre mis cosas encontré un libro que hacía mucho no leía y que me había llevado al convento precisamente para los días en que me sintiera aburrida. Tenía una marca en una de las páginas del centro, me imagino ahí me quedé la última vez que lo leí, que si no me equivoco fue hace un poco más de dos años. Comencé desde cero la lectura, me encanta la manera de relatar de la autora. No es un libro grande, tiene un tamaño promedio. Recuerdo la primera vez que lo leí, yo desea ser la protagonista, y que mi historia fuera algo similar a la de ella, no sé lo habré conseguido, pero al menos sé que ese libro marcó mi vida para siempre, y no solo por haberlo leído en esa ocasión, más adelante les contaré porqué. El libro se titula “Cumbres borrascosas” de Emily Brontë. Inicié mi lectura, al decir verdad, habían cosas que ya no recordaba, me haría bien volverlo a leer, aunque tal vez también debería ser a escondidas, no vaya a ser que alguna de las otras chicas lo conozcan y sepan de qué habla, seguro de pecadora no me bajarían, que bueno, no estarían mintiendo, pero en ese momento no debían pensarlo.

            El tiempo pasó relativamente rápido, cuando menos lo esperaba escuché que intentaban abrir la puerta, metí de prisa el libro debajo de la sábana y tomé el rosario, tenía que aparentar que estaba arrepentida. <<Es hora de comer>> me dijo Ximena abriendo la puerta.
-Es una pena lo de esta mañana. – Me dijo ella – En verdad lo lamento.
-No te preocupes, las cosas pasan por algo – le respondí.
-Espero no se te esté haciendo pesado el día, estar encerrada en un lugar tan pequeño no es fácil.
-Estoy bien, he aprovechado el tiempo para pensar un poco, siempre es necesario – Añadí.
-Claro, eso me da mucho gusto. – De pronto se puso algo seria, lanzó un suspiro hondo, clavó su mirada en el suelo y juntó sus manos sobre sus piernas. –Respecto a lo de anoche…
-No pasa nada, nadie lo sabrá, y no volverá a ocurrir – La interrumpí. –Te pido una disculpa, yo fui quien lo busco.
-Fuimos las dos, de otro modo no habría ocurrido nada. Pero debo agradecerte, ahora me siento muy contenta, me siento entera. No quiero decir que quiera repetirlo, pero sí me alegra que haya sucedido. Esta mañana estuve a punto de confesarlo al sacerdote, pero no lo hice, no tuve el valor.

Cuando me dijo que pensó confesarlo a él, la piel se me erizó, me puse muy nerviosa, y creo que no pude disimularlo.
-No le digas nada, espera un tiempo, hay que estar listas para decirlo. – Le sugerí.
-Este domingo son las confesiones después de la misa, tal vez ese día sea el indicado. –respondió muy tranquila – Pero descuida, él no sabrá que fuiste tú, a menos que también tú lo confieses.

            Yo no estaba loca como para confesarlo, no sé de qué manera se lo relataría, si le dice que fue con su compañera de cuarto, en automático sabría que era yo, y entonces sí, todo se había echado a perder. Cuando terminé mi comida Ximena se marchó, prometiéndome volver antes de que cayera la noche. Creo que nunca había tardado tanto en comer, pero cada bocado me hacía pensar en lo que podría pasar, incluso cuando se fue, seguí pensando en eso. Tal vez lo mejor sería dejar de fingir y dejar el convento, o tal vez esperar. Nunca he sido muy paciente, regularmente tomo decisiones sin pensar, pero ese día tenía muchas horas para hacerlo. Decidí esperar, y ver qué sucedía la siguiente noche.

viernes, 27 de julio de 2012

Instintos bajo la piel (Parte 3)


En el convento se nos prohibía tener maquillaje, pues creían que eso era para las mujeres busconas, no lo decían de esa manera, pero yo así lo entendía. Habían algunas madres tan blancas que parecían momias, habían las que son de color amarillento, otras muy morenas, había gran diversidad de tonalidades de piel, y por supuesto un poco de maquillaje no les habría caído nada mal, pero no, era casi un delito tener al menos un labial. Yo, como es claro, no podía estar así, a pesar de mi corta edad, mi madre me había enseñado que siempre debemos estar bellas, y que es importante darnos retoques cada que los necesitemos, así que yo tenía en mi cuarto algunas cosas de bellezas, no muy llamativas, tenía más bien cosas que disimularan imperfecciones y cosas así. Tenía algún polvo, delineador, brillo para los labios, e incluso un discreto labial. Según yo son cosas que jamás imaginarían que yo tendría, en realidad hasta ese día nunca las había usado, tal vez ya me estaba acostumbrando a estar de esa manera, no lo sé. También conservaba un pequeño espejo, que era el que más odiaba, pero más usaba, lo odiaba porque cada vez, al mirarlo me daba cuenta de lo fea que me veía, pero en fin, siempre hay que sacrificar algo.

Esa mañana no podía permitirme bajo ninguna circunstancia ir natural con él, sería una equivocación, así que en cuanto salió para ducharse Ximena cerré con llave el cuarto, y saqué todas mis cosas secretes, entre ellas tenía una loción que amo. Me puse un poco de delineador, me ricé un poco las pestañas, me puse un poco de polvo, y para terminar brillo en los labios, me miré al espejo y me veía realmente hermosa y sin hacerme mucho, claro que ese horrible hábito no me ayudaba nada, pero en fin. Estaba lista para verlo, no pude resistir la tentación y guardé la loción en la bolsa donde guardaba mi rosario. Salí de la habitación, y caminé a la capilla, ese era el único sitio en donde no se nos decía nada, nada era más importante que orar, así que ahí me quedé imaginando cómo sería verlo después de tanto tiempo, cómo llamaría su atención, estaba realmente nerviosa. Después de un rato regresé a la habitación y ya estaba Ximena lista para irnos, como es evidente, intenté no verla demasiado a la cara, no fuera que notara e maquillaje y fuera de chismosa. <<Hoy te ves muy linda, como ningún otro día>> me dijo levantando mi cara con sus manos. Me morí de los nervios, estoy segura que se dio cuenta que traía maquillaje, pero no me dijo nada, solo me dijo que ya era hora.

Emocionadísima la seguí, recorrimos el pasillo general dando como siempre los buenos días a todas, yo iba con una gran sonrisa, tal vez a muchas les haya extrañado, pero ¿Cómo no iba a estar feliz? Pasamos junto a la reverenda, y la saludamos cordialmente, ella hizo lo mismo y compartió algunas palabras con Ximena, yo mientras tanto avancé algunos pasos para que no me viera fijamente. Después de unos minutos continuamos, no avanzamos ni diez pasos cuando escuché lo que menos quería oír <<Fernanda ¿puedes venir un momento?>>. Los nervios me invadieron, levanté la cara, miré a Ximena y me volví hacia atrás. <<Tú sigue, solo se queda ella>> No sabía qué sentir, si coraje, miedo, angustia o qué, en fin le dije a Ximena que la alcanzaba en seguida, y fui con la reverenda.
-Pasa Fernanda, siéntate – Me dijo muy atenta.
-Claro, ¿qué pasa? – Le pregunté temerosa y con la cabeza un poco inclinada hacia abajo.
-No pasa nada, a menos que… levanta un poco tu cabeza – respondió con una intención que me enchinó la piel, yo sabía que estaba metida en un gran lío. – ¿Tres maquillaje verdad?
-No, ¿Cómo cree usted? – añadí muy nerviosa – eso está prohibido en este lugar.
-Entonces no te molestará que me acerque a ti, y huela tu cara. – yo sentía ya el castigo sobre mí, no sabía qué responder. – Y si es maquillaje, te harás acreedora a un severo castigo.

          Se levantó de su silla y caminó hacia a mí, mis piernas temblaban, por primera vez les hice caso, ellas siempre decían “Cuando no encuentres la salida, resale al señor y él te iluminará”. Eso hice, comencé a rezar, y unos metros antes se detuvo. <<No hay necesidad de olerte, es evidente que lo traes, ¡entrégamelo!>>. Salimos de ahí, me acompañó hasta mi habitación, le pedí disculpas, le expliqué que yo no tenía idea de lo malo que era usarlo, y que como mi madre me decía que es necesario en ocasiones, pues creí que no habría dificultad. No sé si me haya creído, en fin que solo me retiró el maquillaje y me prohibió la salida de mi cuarto durante todo el día. El coraje me mataba, no era posible que haya perdido mi oportunidad, y ahora hasta mi maquillaje. Me sentía perdida, y si Ximena ya no me pedía que la acompañara, sería la muerte para mí.

viernes, 20 de julio de 2012

Instintos bajo la piel (Parte 2)


Las noches en el seminario eran interminables, oscuras, y muy estrictas, mis padres me visitaban una vez a la semana y yo los visitaba los fines. Las monjas siempre fueron muy lindas conmigo, en especial una, creo que era lesbiana, le encantaba estar conmigo y me decía “qué lástima que estés tan bella y que no serás para nadie”. Eso creía ella, mi objetivo estaba claro. Me miraba al dormir, por desgracia compartíamos habitación. Cuando me desnudaba, me comía con los ojos, me daban ganas de gritarle que me dejara de mirar, que yo no era como ella, pero decidí dejarla que me viera, después de que me di cuenta que ella tenía cierto acceso al sacerdote. Empecé a tratarla bonito, y le hice creer que era su amiga, por favor, ¿yo su amiga?, bueno, solo intenté hacerlo. Pasaban los días, y me di cuenta que ella cada vez me deseaba más, lo que me provocó infinitamente. En una ocasión la encontré con metida en mi ropa interior, juraba que era porque creía haber visto una suya ahí mismo, sí cómo no. Pero le hice ver que no había problema, incluso la dejé entrar a la regadera conmigo, yo tenía que conseguir a como me diera lugar acceso a él, y la única manera era ella, las demás monjas no me lo permitían, pues yo era “la nueva”, así que ella era mi única carta por jugar.
Confieso haberla provocado en muchas ocasiones, hasta que me hiciera acompañarla y acercarme al sacerdote, pero era inútil. Muchas veces me metí a su cama desnuda o con muy poca ropa y le pedía me abrazara porque tenía miedo, ajá, miedo. Claro que no, solo quería excitarla hasta el punto que me necesitara, y hacerla dependiente a mí, pero sus principios eran muy fuertes, y tardé mucho hasta lograr que eso pasara, y como siempre, tuve que ser yo quien tomara la iniciativa. Me metí a su cama, con apenas ropa interior, ella ya acostumbrada, me dejó entrar, así que esperé unos minutos, los suficientes para que uno imaginara que el otro está dormido, comencé a acariciar su cuerpo, y ella se quedó muda, no dijo nada, ni se movió, imagino que quería que yo pensara que estaba dormida, así que comencé a respirar en su cuello, y a besarla suavemente, haciendo ligeros ruidos con mi respiración, para que me creyera excitada. Sentí su piel temblar, se comenzó a poner muy dura, y su respiración cada vez era más fuerte. Mi quité la ropa interior, y le desnudé la espalda, puse cuidadosamente mis senos en ella, y seguí tocándola, hasta llegar al centro. “No hagas esto, por favor, detente” dijo en voz baja. Pero no lo hice, y seguí hasta que logré convencerla. Ella estaba muy húmeda, “Qué afortunada sería yo, si fuera hombre” pensaba, tenía un cuerpo hermoso. Por fin cedió y me siguió, no puedo negar que fue una noche buena, y al final, conseguí lo que quería. Al otro día a primera hora me pidió acompañarla a dejar las cartas del sacerdote. No podía creerlo, fingí estar tranquila, y la acompañé.

Instintos bajo la piel (Parte 1)


Yo vivía en un tranquilo pueblo, un hermoso pueblo. Aquí toda la gente era amiga de todos, no habían secretos, a pesar de esa disimulada amistad que había, los chismes y los rumores eran siempre muy fuertes, principalmente cuando salíamos a lavar al río. Un río maravilloso, ahí el agua llegaba perfectamente limpia, como recién nacida, el Sol nos tocaba con sus rayos cada día. Era muy cómodo ir a lavar, en especial porque te enterabas de todo, que si Jacinto le pegó a Josefina, que si Josefina se acostó con Carlitos. Ese Carlitos era un pícaro, no había mujer que no quisiera compartir al menos una noche con él. Tenía una fisonomía casi perfecta, alto y de piel clara, al caminar por el pueblo se sentía su presencia, y eso que solo tenía 24 años, no me quiero imaginar más grande. Se dice por ahí que había tenido varias noviecillas y que ya tenía hijos, otras, las envidiosas les decía yo, decían que era gay, nadie se explicaba cómo un hombre tan perfecto hubiera decidido dedicar su vida a Dios. No yo lo entendía, no debería decirlo, pero tenía un cuerpo perfecto, amaba los deportes, y cada día salía a correr. Las mujercitas, las más chicas principalmente se asomaban para verlo. “¡Qué piernas!, ¡Qué nalgas! ¡Qué hombre!” decían todas. Era incluso divertido.

Nunca se le conoció nada, sus padres eran muy reservados en cuanto a su hijo, solo nos decían “A él lo llamó Dios para servir a él y no a las mujeres”, y se enojaban horrible cuando le insinuaban que fuera homosexual “Mi hijo es un ser de Dios, ¿cómo te atreves a intentar manchar su prestigio de esa manera?” decían, y les corrían de su casa. Una familia brava, tenían una hija, no tan hermosa como el hermano, de hecho nadie de la familia se parecía a él. Además él no realizaba trabajo de pueblo, jamás lo vi agarrar la yunta, o salir temprano para ayudar a su padre, siempre metido en casa, estudiando, o leyendo. Las chicas que se le acercaban, se sentían afortunadas si les hablaba, era bastante serio, pero agradable. Era de esas personas que no te incomodan si están callados.

Yo, una mujer de pueblo, dicen que muy bella, también lo pretendía, era tan guapo que soñaba con tenerlo conmigo, claro que yo solo tenía 18 años, y mi padre quería entregarme de blanco. No sé porqué nadie en el pueblo lo hacía, de hecho habían quienes decían “Tan chiquita y ya se les quedó”, yo no pensaba así, yo quería que ese sacerdote fuera mi dueño, aunque estaba segura que no sería posible nunca dejé de soñar. Me enamoré perdidamente, pero en silencio, si mi padre se enteraba, lo mata o peor aún me mata a mí. Mi familia es de dinero, yo por supuesto soy la heredera de todo, así que le conviene a mi padre que me case, pero no fue así, yo decidí dedicar mi vida a Dios, y no porque yo en verdad creyera en Dios, mi familia no lo hacía, sino porque yo quería acercarme al sacerdote, y fue la única manera que se me ocurrió. Mi padre intentó convencerme de mil maneras para que le diera descendencia, pero yo me negué, y a los 18 años entré al seminario. 

viernes, 6 de julio de 2012

Mi largo sueño



Caminamos por el sendero que nuestra imaginación creaba, habían hermosas flores, y el canto de las aves acariciaba nuestros oídos. El Sol era brillante, y solo nos cubrían algunas ramas de los más bellos árboles. Hasta donde estábamos se lograba escuchar el sonido del río, no estaba demasiado lejano, lo que nos permitía disfrutarlo más.

Íbamos tomados de la mano, como siempre, era una experiencia maravillosa. La suavidad de tus dedos, tu calor que embriagaba mi cuerpo. Nos sentíamos seguros, completos, caminando por un camino sin gente. Hablábamos de cosas muy bellas, y reíamos en todo momento. Tenías la sonrisa más hermosa que yo he visto en toda mi vida, cuando me la mostrabas, sentía que mis rodillas se doblaban, amaba verte sonreír. Tu mirada tan coqueta pero tan tímida, eran cosas que no me permitían olvidarte, simplemente la mujer perfecta.

Como cada día, caminamos ese largo camino, platicando de diferentes cosas, algunas que te han sucedido a ti, otras a mí, pero sin jamás saber más allá de eso, pues nuestras vidas eran desconocidas aún para nosotros mismos. Terminando ese hermoso camino, llegábamos a las rocas, en donde el viento jugaba con nuestros cuerpos y nos envolvía en su canto. Recuerdo tu cabello jugar con él, a ti te molestaba, y a mí me fascinaba. Subimos por entre las rocas hasta llegar a la parte más alta, una vez allí, nos olvidábamos de todo y de todos, éramos solamente tú y yo, la colina, el mar, el viento, el cielo y las rocas. Qué maravilla, no se me ocurre una mejor manera de estar con la mujer a quien amo.

Era ya una costumbre despedirnos en ese lugar, al terminar el día, después de ver al Sol meterse, nos besábamos por largo rato, haciendo de mí, un títere del destino, enamorado de alguien que ni yo mismo estaba seguro de quién era. Cada quién iniciaba su camino, y nos perdíamos por entre las veredas. Y al día siguiente, nos volvíamos a ver, en ese camino lleno de flores, puntuales a la hora. Parecía que nos necesitáramos ya el uno al otro, como siempre yo llegaba primero, y la esperaba recargado sobre un árbol donde había pintado un corazón y donde escribí mi inicial, y dejé el espacio en blanco de ella, hasta saber con qué letra iniciaba su nombre.

Pero un día no fue como cualquiera, llegué muy puntual, la espere como cada día, y jamás llegó, me desesperé al sentir su ausencia, la busqué por todos lados “¿En dónde estás?, ¿Por qué me has dejado?” gritaba a todos los vientos. Corrí a la colina, busqué sus huellas, pero no estaba, recorrí cada centímetro del lugar, y no pude encontrarla, estaba seguro que iría, pero no fue así. Volví impaciente al árbol, prometí no marcharme de ahí hasta que volviera, pero cuando llegué a él, el corazón estaba acompletado “J” decía en la otra parte del corazón. ¿Una “J”? me decía yo sin entender nada ¿Qué quiere decir todo esto? Una “J” es todo lo que sé de ella.

Desde entonces, ella jamás volvió, y yo sigo velando cada sueño debajo de ese árbol, esperando a que ella regrese, a que vuelva a soñar conmigo.

viernes, 29 de junio de 2012

Me juzgan correctamente.



Tal vez soy fría, o soy caliente. Todos me dicen ambas cosas, ya no sé qué creerles, si estamos apenas “conociéndonos”, conociéndonos, me refiero a estar en la cama ¿Sí me explico?, bueno, en ese proceso, siempre me repiten que soy muy caliente, que no pueden pedir nada más de mí, pero después, cuando les hago entender que solo placer de una vez, me dicen que no entienden por qué soy tan fría. Tal vez ellos no se explican, cómo una mujer puede tener el poder de enamorar a un hombre con su cuerpo, no es difícil. Muchas mujeres sabemos hacerlo, pero yo he decidido explotar ese don que la Dios me dio, bueno, no sé si Dios, tal vez a él no le guste que yo sea tan puta, o tal vez sí.

Tengo que reconocer que disfruto mucho mi manera de vida, me critican, me juzgan, se burlan incluso, pero toda esa gente no tiene ni la mitad de lo que yo. No quiero decir que todo lo haya  ganado a base de acostones, aunque la mayoría sí. Yo no tengo la culpa de que los hombres den lo que sea por un cuerpo como el mía. Hace unos días una pobre anciana con el cuerpo que parecía una linda pasita blanca me empezó a sermonear, yo, por educación la escuché, y fingí interés. Nunca me dijo “Eres una pecadora y te irás al infierno” más bien utilizaba otra táctica, me decía “Hay mujeres malas, que por sus actos no se ganan el cielo”, yo sabía que todo lo que me decía era una indirecta para mí, pero yo le seguía el cuento “Es que no saben a lo que vienen a este mundo ¡caray!” le decía. Disfrutaba bastante su cara de sorprendida cuando le decía estas palabras. Y es que, la verdad, no sé si ganaré el cielo, pero por ahora siento como si lo viviera. He estado con hombres increíbles, que me hacen temblar al tenerlos entre las piernas, pero como toda una profesional no me enamoro de ninguno, de pendeja vuelvo a hacerlo.

Confieso haberlo hecho antes, pero fue hace casi seis años, ahora, ya solo obtengo de los hombres lo que quiero. Hay algunos que son de una ocasión, y otros que me gusta usar, y cada que necesito algo, ahí están, pero también hay unos que son con quienes me consuelo cuando me siento usada, y los uso yo a ellos. A los hombres les gusta el sexo, por naturaleza, no hay uno que no lo disfrute, o que no lo desee. Solo es cuestión de rozarlo con suavidad, y su cuerpo reacciona al instante. Eso sí, como una mujer con dignidad jamás utilizo mis labios para actos sexuales, a saber qué porquerías han hecho con sus miembros, además el olor me desagrada, y hay unos tan asquerosos que no les importa que estés al borde del vómito. Pero en cambio, yo he sido besada por todas los lugares que se pueden imaginar, claro que quienes lo hacen, no saben que me meto con cualquier hombre que me ofrezca algo a cambio, siempre los hago creer que soy decente, aunque en el barrio se me conozca por cascos sueltos, bueno eso dicen las mujeres decentes, yo me auto digo puta, me vendo por obtener algo a cambio. ¿Se me puede juzgar? Todos vendemos algo para sobrevivir, y regularmente es el mejor talento que tenemos, y mi mejor talento es el sexo. Es todo.

viernes, 22 de junio de 2012

Sueños en silencio.



Quisiera que el viento borrara las huellas del pasado, que se llevara con él todas esas miradas que me lastiman, y que no lo saben. Quisiera que el mundo pudiera ver no solo lo superficial, sino también lo que guardo dentro de mí, todo lo que tengo por ofrecer, todo el amor que estoy dispuesto a dar. En ocasiones, siento que todo me da vueltas, creo que todo cuando aparece en mí no son más que fantasmas que vuelven siempre con diferente rostro, a pedir siempre lo mismo. Soy un hombre, un hombre con deseos de enamorarse y de compartir con alguien momentos maravillosos e inolvidables. Hay noches en los que cierro mis ojos, y suspiro profundamente, pensando el porqué no soy como los demás, porqué no puedo buscar lo que todos buscan. <<Soy una persona especial tal vez>> me repito todo el tiempo.

Tengo la ilusión de que un día llegará ese ser especial, que esté dispuesto a compartir lo mismo que yo, que quiera vivir al mismo ritmo que yo, y no acelerar el camino. No busco sexo, aunque como cualquier hombre, lo disfruto, pero hay cosas más importantes para mí. Quiero un compañero que esté a mi lado cuando me sienta en soledad, un compañero que sea mi guía cuando me sienta perdido, alguien que sea capaz de con una sola palabra cambiar mi rumbo.

Yo no elegí ser homosexual, es algo que la vida tenía ya reservado para mí, las razones no las conozco, y no quiero conocerlas. Yo decidí aceptar mi cuerpo, y aceptar mis preferencias, a pesar de las críticas que me podría traer. Me di cuenta que era mejor soltar y dejar ser lo que tenía dentro a fingir algo que no siento. Pero es muy difícil encontrar un hombre que no vea a los demás como simples objetos sexuales. << ¡Yo no soy uno de esos! >> deseo gritarles en la cara cada que me buscan solo para eso. Entiendo que los hombres somos más temperamentales y es difícil encontrar a alguien que no piense con su entrepierna, sino con su corazón.

A lo largo de mi vida he conocido grandes seres humanos, y entre ellos, hay quienes hacen mi corazón latir, o tal vez ya no, pero en pasado era así, y no entiendo ¿Porqué en ellos no causaba lo que causo con los demás? Hay veces en las que siento solo ser yo quien lo arriesga todo, solo soy yo quien decide entregarse, y al final, me dejan solo ¿Será que no les intereso? O tal vez, vieron que yo iba más allá de lo que ellos esperaban. No lo sé, solo soy un hombre con deseos de enamorarse, con la ilusión de la próxima cita, de la próxima película, de una nueva historia.

Mi nombre es un secreto, aunque sabido por mí. Espero que el destino me esté preparando a alguien que cambie mi vida, que cree en mí una nueva ilusión y que me permita entregar  todo lo que mi cuerpo ha guardado desde la última vez que fue lastimado. No quiero cambiar nada de mí, estoy contento por lo que tengo y lo que soy, pero si la vida me trae a un ángel que cambie mi mundo, estoy dispuesto a arriesgarme.

viernes, 15 de junio de 2012

Un simple relato


En esta ocasión me remitiré un poco al estilo de Daniela Novillan, con la intención de abrirme a mis lectores, y compartirles unos breves fragmentos o como ella los llama momentos que ahora mismo hay dentro de mí.

Como cada noche, la tranquilidad me acompaña, pero con ella me trae recuerdos que pueden ser positivos o negativos según el momento que esté enfrentando. Ahora estos recuerdos me hacen extrañar muchas cosas que he dejado en el pasado, o que, no es así, sino una simple distancia, que crea dolor en mí, provocando una melancolía voluntaria. Digo voluntaria porque soy yo quien decide qué pensar o qué ver.
Es difícil cerrar cada ciclo en nuestras vidas, como recordarán en Destinos de Hielo les compartí una historia en la que un ciclo se cierra, de cuyo pasado aún me persigue. A mi parecer es imposible pretender que alguien entienda algo que queremos demostrar, cuando esa persona está herida y no cree en los demás, y creo que lo más factible es dar tiempo. Muchas veces nuestro egoísmo no nos permite reconocer lo que al otro le está pasando, y al final, solo buscamos nuestro beneficio, de cualquier lado del cristal, es así.
Ahora me encuentro cerrando ciclos muy importantes en mi vida, estoy a punto de terminar la escuela, intento sanar de una relación que destruyó muchas partes de mí, y que solo el tiempo puede terminar de sanar. Cierro también un ciclo de cinco años con grandes amigos, en donde viví hermosas experiencias que no cambiaría por nada, ni por nadie. Y además intento cambiar mi camino. Este cambio me ha traído momentos que no olvidaré y que me gustaría compartir, sin embargo, no es el momento. Pero también esto me ha traído problemas, no con una sola persona, sino con muchas, intento que sea irrelevante, pero es imposible cuando sientes perder a alguien importante en tu vida.

En fin, no quiero hacer esto largo, ni tedioso. Solo intento externar esto que tengo dentro, y que por egoísmo no puedo soltar. Debemos entender que una relación, amistad, familiaridad, etc. no se basa en los deseos de cada uno, sino en la comprensión, y no me refiero al simple hecho de decir “Te entiendo”, sino en verdad demostrar que te pones en los zapatos de la otra persona, y que sabes lo que puede estar pasando, recordar que con historias que cuentas para “consolar” lo único que logras es perder la confianza de quien espera de ti algo. No seamos egoístas, no sigamos hablando de nosotros al dar un consejo, intentemos ser ellos, entenderlos, y apoyarlos. Esa es la base de cualquier relación, la verdadera comprensión que son pocas las personas que logran hacerlo. Tal vez se requiera un grado de madurez muy superior, pero al intentar no perdemos nada.

Cada ciclo que se cierra es positivo, yo creo que al cerrar uno, un abanico de posibilidades se abre con él, y nosotros debemos de estar pendientes a ver todas y cada una de ellas, y no permitir que un dedo cubra nuestro Sol y nos llene de momentos nublados. Todo cambio es bueno, toda decisión es correcta, todo cambio de vida es correcto.

viernes, 8 de junio de 2012

El secreto de Berkai (Parte 5)


Después de la larga charla a la pequeña la venció el sueño, el frío era cada vez más fuerte, y ella se había mantenido un tanto lejos del fuego, las razones no las sé, así que me quité la manta con la que me cubría para no ser reconocido y la puse sobre ella. La miré por unos instantes dormir, en su carita podía sentir su preocupación. <<Pobre niña, no hay nada que le importe más que su abuelo, es admirable>>. Me senté a un lado del fuego, lancé un hondo suspiro y pensé en todo aquello que le había platicado a la pequeña, parecía tan fácil de explicar, y muy fácil de superar, pero la razón no era esa.
El sueño por fin me venció después de unos minutos, estaba tan cansado que no me di cuenta el momento en que el fuego se terminó. Al despertar yo estaba casi congelado, serían las cinco de la mañana tal vez. Fui a ver a la pequeña, seguía completamente dormida, el frío la tenía completamente encogida. Me senté a su lado y acaricié su cabello, muchos pensamientos me pasaban por la mente, era como si al estar con ella estuviera con su abuelo. Me sentía extrañamente tranquilo, aunque sumamente comprometido con ella y su abuelo.
Pasaron largos minutos hasta que ella despertó. <<Me siento hambrienta>> me dijo la pequeña. Fuimos a buscar algo de comer al río tras recoger todo en donde nos habíamos quedado. Comimos algunos pescados con un poco de fruta que encontramos cerca, al parecer ella ya tenía hambre, comió casi lo mismo que yo, considerando que es solo una niña comía bastante. Al terminar, continuamos el camino, ella iba bastante alegre, yo podía sentirlo, y además lo demostraba, no paró de hablar en todo lo que restó del camino, me hacía preguntas de cualquier cosa. Me comentaba hechos que su abuelo le contaba al ver alguna roca, o algún árbol. Todo le generaba un tema de conversación. Al decir verdad yo prefería a esa niña que no paraba de hablar que a la niña que solo se concretaba a su fin.
Ya no caminamos por mucho rato y descubrimos las viejas ruinas, me pareció muy extraño, estaba yo seguro que aún hacía falta mucho camino por delante, pero ya estábamos ahí. Entramos con mucho cuidado, algo me decía que podríamos tener dificultades, pero no fue así, logramos atravesar fácilmente las ruinas, no se veía ni una sola alma en ningún lugar, me sentía más solo que cerca de aquel río. La niña apresuró el paso. <<Estamos cerca, vamos>> gritó. No tardamos demasiado en llegar a la entrada a la que el elfo se refirió, era una entrada grande, evidentemente la entrada era del bosque al pueblo, nos detuvimos a fuera, pero no lográbamos ver a esa criatura que nos había dicho.
De pronto entre los árboles salió algo extraño, la niña saltó detrás de mí, también yo me espanté, solo vimos el movimiento, yo temía que fueran los gnomos asustados por nuestra visita, pero no era el caso, en efecto era la driada.
-Radolf, ¿hace cuanto has llegado? – Dijo la Driada –Me he quedado dormida.
-¿Eres tú quien me esperaba? – No lograba ver quién me hablaba, era extraño solo escuchar la voz, y en algún momento algún movimiento, pero no sabía de dónde provenía.
-Así es, Berkai los espera esta noche, deben darse prisa.
-Pero ¿dónde estás? ¿Quién eres? ¿Porqué no puedo verte? – grité a la nada.
-Lo siento mucho, soy una maleducada. – Salió de pronto de entre los árboles.
-Pero si es un árbol – Dijo sorprendida la niña, así era, un árbol con movimientos, y capaz de hablar, qué extraño ser.
-Así es, soy un lindo arbolito – Respondió simpática. –Esto me ayuda a estar a salvo de los cazadores.
-Y ¿Cómo es que nos llevarás hasta Berkai? – repuse intrigado – Nosotros sí somos visibles.
-Ay no te preocupes, las criaturas del bosque me conocen bien, no les harán daño.
Quisimos confiar en ella, aunque no fue lo más sano, en el camino muchos seres extraños nos seguían, ella aseguraba que era solo curiosidad por saber quiénes éramos, pero yo sentía coraje de algunos de ellos. Me mantuve tranquilo, avancé al ritmo de la driada, no nos separamos ni un instante. Ella avanzaba muy alegre, incluso iba tarareando una canción, parecía que el miedo no era algo que le preocupara. De pronto se detuvo. <<Escóndanse detrás de mí, y no digan nada>> dijo muy seria.
-¿Quiénes son ellos? - dijo una voz fuerte.
-¿Ellos? ¿Quiénes?
-A los que escondes detrás de ti – respondió con coraje, hazlos que salgan, no pueden estar aquí, lo sabes bien.
-Ay pero ¿cómo han llegado aquí?, es curioso – repuso la driada nerviosa, muchos faunos comenzaron a rodearnos, parecían molestos. –No es lo que tú crees, es solo que…
-Lárgate, tú los has traído hasta aquí, estás expulsada del bosque.
-Pero tienen que llegar al lago, es urgente – se excusó, - por favor, no les hagan daño.
-Entrégalos y vete, no eres más bienvenida. –Dijo esa voz – La driada bajó sus ramas y se volvió hacia nosotros, nos pidió que no nos preocupáramos, que ella daría su vida si era necesario. –¿Qué les hablas?.
-Les doy indicaciones para llegar a Berkai. – repuso molesta.
-¿Berkai? – La voz parecía sorprendida. – ¿Son ellos?, pero ¿Porqué vienen contigo?, ¿Y los enanos?
-No lo sé, el elfo no me explicó.
-Les ruego me disculpen – Se presentó de entre los árboles, era un fauno gigantesco, mucho más grande que el resto. –Les pido que sigan su camino, me siento muy apenado.
¿Qué era lo que pasaba en ese lugar? ¿Por qué nos esperaban?, no lo sé. Todos los faunos comenzaron a desaparecer, excepto el más grande. <<Ahora yo los guiaré, gracias por todo>> le dijo a la dirada, ella sonrió y emprendió su partida.
-No tardaremos en llegar a Berkai, se los prometo – Dijo el fauno, nos tomó en sus enormes brazos y avanzó rápidamente.

viernes, 1 de junio de 2012

El secreto de Berkai (Parte 4)


Caminamos por varias horas, el trayecto era complicado y cansado, la noche era cada vez más oscura y fría. Observé en repetidas ocasiones que la pequeña no podía seguir <<Estoy bien, sigamos adelante>>. Me repetía en cada momento en que yo proponía tomar un descanso, era evidente que el cansancio le estaba siendo insoportable. Sus pequeñas piernas caminaban de una manera muy pesada, tropezaba a cada rato, e incluso la podía ver suspirar y cerrar sus ojos. Era más que necesario tomar un receso, también yo estaba agotado, así que sin más me detuve cerca de un pequeño río <<Tenemos que descansar, yo no puedo dar un paso más>> Estaba seguro que si no utilizaba este método ella seguiría avanzando aún contra su voluntad.
-Aún nos falta mucho, ¿Crees que sea lo correcto? - Pregunto la pequeña.
-Por supuesto, - Afirmé - recuerda que lo importante no es llegar rápido, sino llegar con bien. De nada nos serviría llegar cansados al unicornio, no entenderíamos nada de lo que diga. Además yo ya estoy grande, y necesito descansar, espero no te sea un problema.
La pequeña negó con su cabeza, lanzó un suspiro hondo y se sentó a unos metros de mí, yo creí que en su situación el sueño la vencería en seguida, pero no fue así, se recargó sobre una piedra y fijó su mirada en el cielo sin decir nada. El frío era bastante fuerte, al menos para mí, así que me decidí por encender una fogata. Sin alejarme demasiado de ella, fui a buscar troncos secos para poder prenderla, cuando regresé, ella seguía exactamente en la misma posición, creí que el sueño le había ganado aún con los ojos abiertos.
-Hay muchas cosas que no entiendo. - Me dijo volteando su mirada hacia a mí – Todo es muy extraño ¿No lo crees?.
-De pendende a lo que te refieras – comenté mientas continuaba con la labor de la fogata.
-¿Porqué no me hablas de ti? No te conozco nada de nada. - añadió ella – Dime ¿Porqué te dicen “Viejo sabio” si eres tan joven? ¿Porqué te dicen “sabio”? ¿Porqué vives tan alejado de la aldea? ¿Porqué estás solo?.
-Vaya, creo que sí tienes varias dudas, pero no creí que todas fueran acerca de mí – repuse mientras me sentaba cerca de ella. Sus preguntas me parecieron extrañas para una niña de su edad, y además alguna de esas me había llegado al fondo de mí. -Creo que no querras saber todo eso, es mejor que descansemos para mañana continuar el viaje ¿Te parece? - Ella negó con la cabeza, y me pidió que le contara lo que me pedía, así que tuve que armarme de valor y responder con sinceridad a sus preguntas. Nada de eso lo había compartido antes a nadie, sería la primera, y si íba a compartir todo ese tiempo con ella, sería bueno poder contarle todo.
-Pues bien, te contaré entonces – Ella me miró con antención y recargó su cara sobre sus manos. -Hace muchos años conocí a un hombre, eramos grandes amigos, se podría decir que los mejores. Compartíamos casi la mayor parte del tiempo juntos, como es natural, ambos teníamos pareja, pero no permitíamos que esto interfiriera en nuestra amistad. Tú sabes que es complicado seprar ambas cosas, o bueno, tal vez más adelante lo sepas. En fin, nunca tuvimos problemas en ese aspecto afortunadamente. Dentro de la aldea habían hecho una hermosa figura a manera de altar, costó mucho sacrificio realizarlo, fueron muchos días de trabajo. Era una figura realmente extraordinaria hecha completamente de madera, no había un aldeano que no la admirara y respetara. Pero un día, los faunos entraron a la aldea. Comenzaron a romper todo, y a destrozar todo lo que estaba a su paso. Se dirigieron hasta la escultura hecha en madera, los aldeanos preocupados los corrieron de la aldea con antorchas y cuchillos filosos, de momento se fueron, pero un día al amanecer la figura había desaparecido, solo restaban pedazos de ella tirados por el suelo. Mi compañero que había puesto especial empeño en ella, se enfureció y comenzó a mover a las personas para atrapar a los faunos, como es de comprender muchos los apoyaron y seleccionaron a los hombres más fuertes, yo no quise participar, algo dentro de mí me lo pedía. Él no entendió mis pretextos, porque eso eran, pero los respetó y salió con sus hombres.

>>En la aldea todos me miraban como “el traidor”, otros como “el cobarde” excepto mi novia, Cori, ella permanecía conmigo todo el tiempo, en ocasiones también la novia de mi amigo me visitaba, y para decir verdad eran momentos muy agradables, aún así no había día en que no hablaramos de lo sucedido. Los guerreros tardaron tres semanas aproximadamente en volver, al llegar, mi amigo no tardó en buscarme, y contarme lo sucedido. A mí me pareció una historia fantástica, no podía creer eso del uniciornio y otras cosas de las que me hablaba, aún así me puse a investigar. Él volvió solo al bosque de cristal, en esa ocasión me pidió que lo acompañara, pero jamás pudimos llegar, él siguió el camino que había cruzado con sus hombres, pero jamás llegamos. Fue muy extraño, así que le propuse que avanzara solo, y lo esperé en ese lugar. Después de dos días él regresó con un aspecto impresionante. Me habló de las cosas maravillosas que había visto, pero yo no le podía creer, me aseguró haber encontrado a Berkai y además haber encontrado el oro mágico, me explicó completamente lo que era, y que solo él tenía acceso. Como puedes imaginar, no le creí, así que me decidí por solo escucharlo, él notó en mí mis gestos de incredulidad así que se decidió en mostrarme su “secreto” el oro mágico que había logrado obtener. <<Toma, esto es para ti, tú sabrás qué hacer con él>> me dijo, pero yo no pude ver nada, aseguraba haberlo puesto en mis manos, yo creí que estaba enloqueciendo y decidí seguirle la corriente.

>>Al volver a la aldea todo fue diferente, no sé si fue a base de “eso” que puso en mis manos, pero al pasar por entre la gente sentía sus dolores y sus preocupaciones, en seguida se lo dije a él y me aseguró que yo era el único que podría soportarlo. Aunque creo que se equivocó, fueron situaciones muy difíciles, no podía salir a caminar sin sentir el dolor de las personas, en ocasiones también percibía su alegría, pero la tristeza de otros la absorbía. No podía estar tampoco con Coti, comencé a darme cuenta de cosas que yo no creía. Yo sabía que la amaba, y que quería compartir el resto de mi vida con ella, pero no fue así – tomé un suspiro fuerte, los recuerdos llegaban a mí como si estuviera volviendo a vivirlos. - Las cosas no siguieron del todo bien, no podía evitar sentir lo que ella sentía, si ella decía “Sí”, pero su corazón decía “No” yo lo sabía. Nadie en la aldea sabía lo que yo estaba pasando, ni siquiera ella, y cuando lo supo pude sentir su angustia y desesperación. Ella me aseguró que todo estaba bien, pero yo sabía que no, y se lo hice saber. No sabía yo manejar ese don que el “oro mágico” me había otorgado, así que decidimos alejarnos, sentí el dolor que le causé, y este se juntó a mi propio dolor. No podía seguir entre la gente, tuve que salir de ahí, tuve que irme lejos, lejos incluso de mí. - La niña me miraba asombrada, no decía nada, solo me miraba. - Después todos supieron del “don” y comenzaron a llamarme sabio, erróneamente creo yo, más bien sería “el viejo empático”. O como tu abuelo ha dicho “el joven empático”.
-¿Hace cuanto pasó todo eso? - Preguntó interesada - ¿Porqué aún eres tan joven? ¿Porqué mi abuelo sí ha envejecido?
Me sorprendí con esas palabras, ¿Cómo sabía ella que el de la historia era su abuelo?, tal vez no era momento de preguntar, y me limité a responder su pregunta.
-No lo sé, conservo la misma edad desde el día en que volvimos a la aldea – le expliqué.

sábado, 26 de mayo de 2012

El secreto de Berkai (Parte 3)



Salimos por el lado contrario de la aldea, ya comenzaba a oscurecer. El camino hasta ahí había sido tranquilo, la niña empezó a moverse extrañamente, buscando en todos lados, se le podía ver realmente preocupada, yo no sabía qué era lo que buscaba. <<Están aquí>> gritó la niña, le pregunté a quienes se refería, pero su angustia era mayor, no prestaba atención a lo que le decía. <<Lo sé, están aquí. Son ellos, nos encontraron>>. Comencé a mirar para todos lados, pero no lograba ver a nadie. Ella recargó su espalda en mí, y comenzó a respirar agitadamente. <<Él no sabe nada, ni yo. Por favor no nos hagan daño>> comenzó a decir la niña con desesperación. En ese momento pensé en que tal vez serían los hombres que lastimaron a su abuelo.
-¿Son ellos? – Pregunté. – ¿Son las personas que lastimaron a tu abuelo?
-Están aquí, nos han estado siguiendo. – Dijo preocupada.
-Pero yo no logro ver nada, dime ¿dónde los ves?
-No los veo, -Respondió - pero esta sensación es la misma que tuve cuando atacaron mi casa, estoy segura que están aquí.
-Tal vez estás agotada por el camino, ¿Qué te parece si descansamos un poco? – Propuse.
-No, están ahí, -Dijo señalando con decisión - detrás de esas rocas.

Me acerqué a las rocas, eran bastante grandes, casi impensable que alguien con el tamaño de esos hombrecillos pudiera atravesarla, la niña se quedó parada en el mismo lugar donde la dejé, y comencé a buscar alguna manera de mirar a través de las rocas, yo estaba seguro de que todo era producto de su imaginación, así que pretendía demostrar que detrás no había nada. Al fin logre subir un poco y tener visión hacia el otro lado. Se percibían pequeñas luces, como fogatas o algo por el estilo, pero no veía a nadie. Subí un poco más las rocas para tener mejor vista, pero cuando estuve a punto de mirar la niña comenzó a gritar. Preocupado bajé de prisa las rocas, al acercarme habían tres hombrecillos rodeando a la niña, no supe qué hacer, solo me quedé mirando y pensando cómo sacarla de eso. En eso uno de ellos se volvió hacia mí.
-Señor Radolf, ¡Qué sorpresa! – Dijo realmente asombrado. Los otros tres voltearon en seguida a mirarme. – ¿Dígame, para qué ha venido hasta aquí?
Pensé rápidamente en qué responder, -He venido a buscarlos ¿Quién es esa niña? – Pregunté fingiendo no conocerla, temía que todo fuera un plan de ellos, y que en realidad sí nos habían estado siguiendo, pero decidí arriesgar y continuar con la farsa.
-¿Qué le parece? – contestó uno de ellos. –La hemos encontrado espiando nuestras casas.
-¿Sus casas? – Pregunté intrigado – ¿Ustedes no vivían a las orillas del volcán?
-Sí así es – respondió el mismo – Pero ahora el volcán está portándose bastante mal, y en cualquier momento pude acabar con todo lo que está a su alrededor, así que decidimos mudarnos a este lugar.
-Pero es muy cerca de la aldea, saben que esto puede ocasionarles problemas.
-Y ¿qué más da? – Dijeron los tres – Nadie sabe que estamos aquí.
-¿Qué piensan hacer con la niña?
-La llevaremos con los nuestros, tal vez usted no sepa, pero ella puede ser de gran ayuda en nuestra misión. – añadió el más pequeño.
-¿Para localizar el mapa?
-Sí, así es – comentó el hombrecillo – Nuestro señor estará muy contento de esto.
-Creo que no será necesaria esta niña, déjenla ir, tengo buenas noticias para ustedes – Les mentí esperando que me creyeran. – En dos días el volcán hará erupción, y causará grandes daños. Y con todo eso incluso el manticora, que es guardián de las cavernas cercanas al volcán abandonará su sitio, ese es el único lugar que tiene acceso sin problemas al oro. Deben esperar a que el guardián salga, y entrar apresuradamente antes de que la lava cubra la caverna. Al llegar al oro, no tendrán más dificultades, ya que él los proveerá de lo que necesiten, incluso para encontrar la salida.
-Pero es muy arriesgado – Dijo uno de ellos preocupado. – Creo que lo mejor es conseguir el mapa, y así no correremos riesgos.
-Del mapa no he logrado conseguir nada – argumenté – es probable que haya sido destruido, así que no tienen más remedio si lo que quieren es conseguir el oro mágico.

Después de dudar por varios minutos los hombrecillos aceptaron mis explicaciones, les pedí que fueran a dar aviso a sus compañeros, ya que era una labor complicada y requería de apoyo. Les aseguré que yo acompañaría a la niña y que me aseguraría de que no les ocasionara problemas. Los tres corrieron con los suyos, la niña me miró fijamente sin decir palabras, se le veía un cierto grado de desconfianza. Le expliqué porqué había dicho todo eso, después de algún rato de silencio me abrazó y soltó a llorar, <<Muchas gracias, creí que me habías engañado>>. La niña me soltó y me pidió continuar.
De pronto una voz extraña nos detuvo a pocos metros de ahí. -He visto lo que has hecho, eres muy sagaz en tus historias Radolf. – Dijo con voz delicada. Volteamos a ver quién era, y se trataba  de un elfo, un elfo de cabellos grises, tenía sus ojos cerrados, y era bastante bello. Se encontraba sentado sobre un pequeño tronco. No me explicaba cómo sabía mi nombre. También me sorprendía el que hubiera aparecido, los elfos son seres muy inteligentes, y es muy complicado verlos.
-¿Quién eres? – Pregunté interesado.
-Soy un elfo, - respondió, mientras se ponía de pié y abría sus ojos. Unos ojos hermosos, profundos y místicos.  – y  estoy aquí para ayudarte. Sé lo que te propones, pero no es nada fácil, el bosque de cristal es un lugar peligroso para los intrusos, no te será sencillo entrar en él, así que he venido a guiarte un poco. Deberás seguir el mismo camino que llevan, pero al llegar a las antiguas ruinas, asegúrate de no alejarte demasiado, si te es posible avanza por dentro de ellas. Al final de estas está una pequeña entrada que da directo al bosque, ahí te estará esperando una driada, ella te llevará hasta el lago.
-Y ¿cómo la reconoceré? – Repliqué intrigado – Es muy difícil verlas en el bosque.
-Al llegar a la entrada, mantengan un paso detrás de la entrada, ahí ella les hará alguna seña. Con ella no correrán riesgos, pero apresúrense.

¿Apresurarnos? No entendía por qué nos decía esto, por qué nos seguía, o por qué querría ayudarnos. Todo me empezaba a parecer muy confuso, empecé a sentir miedo. Creí que todo era ya un plan, y que incluso la pequeña niña estaba metida en todo, pero aún así seguí adelante. No podía dejar que el miedo me venciera, era una nueva aventura y como tal debía darle frente.