viernes, 7 de diciembre de 2012

Volví a comenzar


Fue tan inesperado, estaba sentado en ese pequeño café con las manos sobre la mesa, recordando tantos momentos que pasé a lado de ella, en las afueras caía una suave brisa que me daba una vista acogedora, pero también melancólica. Respiraba y sentía el calor del lugar envolviendo mi cuerpo, recordaba aquellos días en los que encaprichado la hacía caminar bajo la lluvia, sé que lo odiaba, pero yo en verdad amaba esos momentos. También llegan a mi mente tantos detalles que tuve hacia a ella, para demostrarte lo mucho que la amaba, pero ni así lo lograba entender.

Recuerdo cuando, en ocasiones me sentía solo y necesitaba de ella, simplemente me miraba y me decía <<Tú te lo buscaste, las cosas no son gratis>>, en cambio yo siempre estuve para cuando me necesitara. A un lado de mí habían algunos hombres que platicaban divertidos experiencias pasadas, yo los encontraba desesperantes, pues hacían mucho ruido entre risas y voces casi gritando, aún así cuando lograba regresar, volvía a preguntarme ¿En qué fallé? Creo que hasta ahora no puedo responderlo.

De pronto uno de los hombres que hablaban en la mesa de a un lado se acercó a mí, me hizo un comentario simpático y yo respondí con un gesto de indiferencia, me pidió acompañarme unos minutos, me dijo que llevaba algún tiempo mirándome y que notaba cierta tristeza en mí. Con una mueca de indiferencia lo miré a los ojos, y lancé una pequeña sonrisa <<¿Ah sí? ¿y cómo lo has notado?>> le respondí sarcástico.
-No es difícil darse cuenta, si fijas tu mirada en la lluvia, y lanzas suspiros continuos - Dijo él.
-Es porque la lluvia me trae recuerdos del pasado – dije lanzando un suspiro más.

Se sentó a mi lado y comenzamos a platicar, curiosamente me desvió el camino, comenzó a hablar sobre sus amigos, que hacían escándalo y que a un hombre como yo seguro le molestaría, yo aún indiferente intentaba desviar su mirada, y desmostrarle que por el momento no me interesaba conocer a nadie, tal vez su intención era solo hacerme sonreír, y después de mucho lo consiguió. No sé en qué momento ocurrió, pero también él empezó a reír de lo que yo le contaba, a fuera la lluvia caía más fuerte, los hombres que lo acompañaban, se fueron despidiendo uno a uno con forme avanzaban las horas, pero él seguí ahí, conmigo. Fueron momentos realmente buenos, hizo que sacara de mi mente lo negativo que la llenaba de vacío y me hacía recordar momentos divertidos de mi vida, e imaginar, además muchos de los de él. Reíamos bastante, no parecíamos desconocidos, parecía que antes nos hubiéramos conocido y que el destino nos hubiera vuelto a unir.

Se interesaba de todo cuanto yo le platicara, cuando la plática se ponía más sería, me miraba a los ojos y luego volteaba su mirada a la mesa, haciendo un gesto de comprensión. ¿Cuántas veces no esperé de ella ese gesto?, él solo me miraba, y al final me lanzaba una hermosa sonrisa, encogía sus hombros y me decía cualquier cosa, tal vez simple pero atinada, que transformaba el instante. En un momento, quise contar sobre ella, pero él me desvió la platica, y me contó lo que hacía con su familia, las películas que prefería, y al terminar, me dijo que no quería que recordara malos tiempos, que ahora ya no lo necesitaba. Y tenía razón, hacía mucho tiempo que yo no compartía momentos tan agradables con alguien.

La lluvia comenzó a detenerse, y cada vez teníamos menos qué contar, así que después de un rato decidimos retirarnos, me pidió mi teléfono y no se lo quise dar, le dije que si el destino lo quisiera, otra vez nos volveríamos a encontrar, él hizo un gesto de comprensión pero también de decepción, le di la mano y le robé un abrazo, le di las gracias por haberme recordado lo que es reír con alguien sin que se burlen de mí, él me tomó del hombro y me dijo una palabras que aún tengo en la mente <<Un hombre como tú no debe buscar en alguien más, sino en si mismo, porque las cosas o las personas llegan traídas por el destino>>.

Fueron sus últimas palabras y se marchó. Yo esperé unos segundos y salí tras de él, el pavimento aún estaba mojado, se sentía el frío de la lluvia, y caminé a casa. Extrañamente mis labios marcaron una sonrisa durante el trayecto, y mi pensamiento solo estaba en él, pero esperen… ¿Cómo se llamaba? No lo pregunté.

Él me hizo sentir lo que ella jamás quiso hacer, me hizo sentir que tengo fuerza, y que merece la pena volver a intentar, una y otra vez. Después de ese día regresé al café en alguna hora similar hasta volverlo encontrar, y así fue, tres días después y ahí estaba, me miró, dibujó una sonrisa en su rostro y me invitó a sentarme junto a él. Desde ese día, yo volví a comenzar.

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