Las horas en ese cuarto pasaban tan lentas que
llegué al grado de aburrirme incluso de mí, ya no quería escucharme pensar, ya
estaba cansada de idear cosas y ponerme a soñar, que era lo único que podía
hacer. Por ratos tomaba mi libro, comenzaba a leerlo, unos cuantos párrafos y
no entendía nada de la lectura, creo que en todo el día no logré leer ni
siquiera seis páginas. Estaba completamente desesperada, no quería pensar
tampoco en el sacerdote, y mucho menos en Ximena, estaba harta de todo y de
todos, me recosté sobre mi cama e intenté poner mi mente en blanco, cerré mis
ojos, creí que si dormía el tiempo pasaría más rápido, y así fue, creo. No me
di cuenta cuando llegó Ximena, solo recuerdo haber amanecido al día siguiente
con mi ropa de dormir y con las cobijas encima, lo que quería decir que Ximena
lo había hecho todo. La volteé a ver y estaba completamente dormida, su cabello
se veía caer sobre la almohada, y su bella figura por encima de las sábanas.
Era un nuevo día, y ahora tenía que ver a qué me enfrentaría. Me puse de pié y
comencé a arreglarme, no sé si el dormir me haya ayudado a aclarar mis ideas,
al ponerme de pié me sentía completa, me sentía nueva y claro sentía esos
deseos tremendos de tirarme al padrecito, después de todo, el castigo no
funcionó.
Me fui a la ducha mientras Ximena dormía, no quería despertarla, si ella había hecho
algo por mí, yo también podría dejarla unos minutos más. Aún el convento estaba
solo, me extrañó no ver a ninguna despierta, en situaciones normales, mi mente
hubiera dado para hacer cualquier locura, pero en ese momento no sentí ningún
deseo. Las regaderas estaban solas, nunca había estado así, me desnudé y entré
al agua. Fue una ducha bastante buena, hacía tiempo no tenía una como esa, o al
menos desde que entré al convento. Por primera vez sentí que mi piel se erizaba
con la caída del agua, la sentí sobre mis pechos, hacia mi cintura. El agua
tibia resultaba bastante excitante para mí, acaricié mi cuerpo, me atreví a
sentirme en un lugar donde en cualquier momento entraría alguien. Mi mente tan
pervertida comenzó a imaginar lo que sería de mí si en ese momento entrara el
sacerdote, o más bien, qué sería de él. Lo llevaría conmigo, lo despojaría de
sus ropas tan anticuadas y lo metería al agua. ¿Cómo actuaría él ante eso? No lo
sé, tal vez me rechazara, o tal vez no, lo único cierto es que nadie me podía
evitar imaginarme su cuerpo desnudo rozando con el mío, y nuestros labios… bueno,
nuestros labios cruzados entre besos, mordidas y de más, mientras recorre con
sus manos todo mi cuerpo. Vaya que fue un buen sueño, incluso hoy se antoja que
hubiera ocurrido algo similar en algún momento. Después de algunos minutos
llegó la primera, como siempre saludando muy contentas por la mañana, como si
ignoraran el patético día que nos espera. En fin salí de ahí casi instantáneo,
tomé mis cosas y me fui a mi habitación. En el corredor estaba la madre
superiora, cuando la vi, quise esconderme debajo de la puerta más cercana, me
miró y dio unos pasos hacia mí <<Me da gusto que ya estés preparándote,
eso habla muy bien de ti Fernanda>>. Como si lo hubiera hecho por disciplina,
la verdad es que ya no soportaba estar acostada y mucho menos encerrada en ese
cuarto tan pequeño. Se dio la vuelta y se metió a las regaderas también. Ximena
aún seguía en la cama, no lo entendía, siempre se levantaba antes que yo,
intenté despertarla, pero no pude, estaba como una roca. Terminé de vestirme
creyendo que en cualquier momento se daría cuenta entre sueños de la hora y
despertaría.
Salí de la habitación en cuanto terminé mis
deberes ahí, nuevamente moví un poco a Ximena para que reaccionara, pero
tampoco tuve suerte. Me fui al desayuno, siempre llegaba tarde y no alcanzaba a
comer bien porque tenía que estar en misa casi al instante, así que ese día lo
hice antes, creo que eso de haberme levantado un poco antes me permitió estar
de mejor carácter. Llegué a la cocina y apenas habían algunas, me senté algo
retirado de las demás y disfruté mi desayuno, no era muy bueno, pero era eso, o
aguantarme el hambre hasta el fin de semana. Yo suponía en cualquier momento llegaría
Ximena, aparte su comida pero no llegó. La superior nos llamó a misa, y tuve
que devolver su comida. Dentro de la iglesia era el único sitio donde amaba
estar hasta atrás, ahí podía ver al resto, algunas cabeceando, otras que les
ganaba el sueño durante el sermón, y otra, o sea yo, no parpadeaba ni una sola
vez, si lo hacía no podría reírme de esas monjitas dormilonas que no soportaban
el sueño, y lo más importante, me perdería de algunos momentos de ver a mi
hombre. A él siempre se le veía entero en las ceremonias, era como si fuera
medio día o algo así. Su manera de hablar era encantadora, claro que yo no
ponía atención a lo que decía, sino cómo lo decía. Cuando nos acercábamos para
la comunión era el momento más importante del día, era como un momento íntimo
entre él y yo, solo que él no lo sabía. Creo que nunca notó la manera en que yo
tomaba la ostia, la mayoría de las monjas lo hacían con la cabeza abajo, pero
yo no le quitaba la mirada al padrecito. Él no me volteaba a ver, como a todas
solo miraba la ostia y que entrara en la boca. En momentos me daban ganas de
quitarme el hábito justo frente de él para que me mirara, pero eso sería
absurdo y por supuesto me echarían de ahí.
Ximena no llegó ni a la ceremonia, eso ya era
preocupante, regresé al cuarto y estaba en la misma posición en la que la había
dejado, no había movido ni un músculo, me acerqué a ella e intenté animarla,
una sensación rara sentí en mi cuerpo, como si me estuviera pidiendo ayuda de
algún otro modo. Salí del cuarto gritando fuerte, lo más rápido que podía
pidiendo ayuda, diciendo que algo le pasaba a Ximena. Algunas chicas corrieron
a auxiliarla, le revisaron todo, y vieron que no reaccionaba, al parecer tenía
altos grados de temperatura, corrí con la superior y le dije lo que pasaba, fue
inmediatamente a la habitación y ordenó llevarla a revisión.
-No te
preocupes Fernanda – Me dijo la superior. –Estará bien, solo será alguna
infección.
-Claro, era
un poco raro que no estuviera con nosotros. – Añadí.
-Bueno, si
gustas más tarde puedes pasar a verla a la enfermería, seguro se pondrá mejor,
por hoy debo encargarte la tarea que ella tiene. ¿Sabes cuál es?
Me quedé
echa una momia, no podía creer lo que me estaba pidiendo, dentro de mí me
alegré de que Ximena se hubiera puesto mal, una vez más gracias a ella daba un
paso adelante. – Sí, claro que la sé, ahora mismo lo hago.
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