viernes, 10 de agosto de 2012

Instintos bajo la piel (Parte 5)


Las horas en ese cuarto pasaban tan lentas que llegué al grado de aburrirme incluso de mí, ya no quería escucharme pensar, ya estaba cansada de idear cosas y ponerme a soñar, que era lo único que podía hacer. Por ratos tomaba mi libro, comenzaba a leerlo, unos cuantos párrafos y no entendía nada de la lectura, creo que en todo el día no logré leer ni siquiera seis páginas. Estaba completamente desesperada, no quería pensar tampoco en el sacerdote, y mucho menos en Ximena, estaba harta de todo y de todos, me recosté sobre mi cama e intenté poner mi mente en blanco, cerré mis ojos, creí que si dormía el tiempo pasaría más rápido, y así fue, creo. No me di cuenta cuando llegó Ximena, solo recuerdo haber amanecido al día siguiente con mi ropa de dormir y con las cobijas encima, lo que quería decir que Ximena lo había hecho todo. La volteé a ver y estaba completamente dormida, su cabello se veía caer sobre la almohada, y su bella figura por encima de las sábanas. Era un nuevo día, y ahora tenía que ver a qué me enfrentaría. Me puse de pié y comencé a arreglarme, no sé si el dormir me haya ayudado a aclarar mis ideas, al ponerme de pié me sentía completa, me sentía nueva y claro sentía esos deseos tremendos de tirarme al padrecito, después de todo, el castigo no funcionó.

Me fui a la ducha mientras Ximena dormía,  no quería despertarla, si ella había hecho algo por mí, yo también podría dejarla unos minutos más. Aún el convento estaba solo, me extrañó no ver a ninguna despierta, en situaciones normales, mi mente hubiera dado para hacer cualquier locura, pero en ese momento no sentí ningún deseo. Las regaderas estaban solas, nunca había estado así, me desnudé y entré al agua. Fue una ducha bastante buena, hacía tiempo no tenía una como esa, o al menos desde que entré al convento. Por primera vez sentí que mi piel se erizaba con la caída del agua, la sentí sobre mis pechos, hacia mi cintura. El agua tibia resultaba bastante excitante para mí, acaricié mi cuerpo, me atreví a sentirme en un lugar donde en cualquier momento entraría alguien. Mi mente tan pervertida comenzó a imaginar lo que sería de mí si en ese momento entrara el sacerdote, o más bien, qué sería de él. Lo llevaría conmigo, lo despojaría de sus ropas tan anticuadas y lo metería al agua. ¿Cómo actuaría él ante eso? No lo sé, tal vez me rechazara, o tal vez no, lo único cierto es que nadie me podía evitar imaginarme su cuerpo desnudo rozando con el mío, y nuestros labios… bueno, nuestros labios cruzados entre besos, mordidas y de más, mientras recorre con sus manos todo mi cuerpo. Vaya que fue un buen sueño, incluso hoy se antoja que hubiera ocurrido algo similar en algún momento. Después de algunos minutos llegó la primera, como siempre saludando muy contentas por la mañana, como si ignoraran el patético día que nos espera. En fin salí de ahí casi instantáneo, tomé mis cosas y me fui a mi habitación. En el corredor estaba la madre superiora, cuando la vi, quise esconderme debajo de la puerta más cercana, me miró y dio unos pasos hacia mí <<Me da gusto que ya estés preparándote, eso habla muy bien de ti Fernanda>>. Como si lo hubiera hecho por disciplina, la verdad es que ya no soportaba estar acostada y mucho menos encerrada en ese cuarto tan pequeño. Se dio la vuelta y se metió a las regaderas también. Ximena aún seguía en la cama, no lo entendía, siempre se levantaba antes que yo, intenté despertarla, pero no pude, estaba como una roca. Terminé de vestirme creyendo que en cualquier momento se daría cuenta entre sueños de la hora y despertaría.

Salí de la habitación en cuanto terminé mis deberes ahí, nuevamente moví un poco a Ximena para que reaccionara, pero tampoco tuve suerte. Me fui al desayuno, siempre llegaba tarde y no alcanzaba a comer bien porque tenía que estar en misa casi al instante, así que ese día lo hice antes, creo que eso de haberme levantado un poco antes me permitió estar de mejor carácter. Llegué a la cocina y apenas habían algunas, me senté algo retirado de las demás y disfruté mi desayuno, no era muy bueno, pero era eso, o aguantarme el hambre hasta el fin de semana. Yo suponía en cualquier momento llegaría Ximena, aparte su comida pero no llegó. La superior nos llamó a misa, y tuve que devolver su comida. Dentro de la iglesia era el único sitio donde amaba estar hasta atrás, ahí podía ver al resto, algunas cabeceando, otras que les ganaba el sueño durante el sermón, y otra, o sea yo, no parpadeaba ni una sola vez, si lo hacía no podría reírme de esas monjitas dormilonas que no soportaban el sueño, y lo más importante, me perdería de algunos momentos de ver a mi hombre. A él siempre se le veía entero en las ceremonias, era como si fuera medio día o algo así. Su manera de hablar era encantadora, claro que yo no ponía atención a lo que decía, sino cómo lo decía. Cuando nos acercábamos para la comunión era el momento más importante del día, era como un momento íntimo entre él y yo, solo que él no lo sabía. Creo que nunca notó la manera en que yo tomaba la ostia, la mayoría de las monjas lo hacían con la cabeza abajo, pero yo no le quitaba la mirada al padrecito. Él no me volteaba a ver, como a todas solo miraba la ostia y que entrara en la boca. En momentos me daban ganas de quitarme el hábito justo frente de él para que me mirara, pero eso sería absurdo y por supuesto me echarían de ahí.

Ximena no llegó ni a la ceremonia, eso ya era preocupante, regresé al cuarto y estaba en la misma posición en la que la había dejado, no había movido ni un músculo, me acerqué a ella e intenté animarla, una sensación rara sentí en mi cuerpo, como si me estuviera pidiendo ayuda de algún otro modo. Salí del cuarto gritando fuerte, lo más rápido que podía pidiendo ayuda, diciendo que algo le pasaba a Ximena. Algunas chicas corrieron a auxiliarla, le revisaron todo, y vieron que no reaccionaba, al parecer tenía altos grados de temperatura, corrí con la superior y le dije lo que pasaba, fue inmediatamente a la habitación y ordenó llevarla a revisión.

-No te preocupes Fernanda – Me dijo la superior. –Estará bien, solo será alguna infección.
-Claro, era un poco raro que no estuviera con nosotros. – Añadí.
-Bueno, si gustas más tarde puedes pasar a verla a la enfermería, seguro se pondrá mejor, por hoy debo encargarte la tarea que ella tiene. ¿Sabes cuál es?
Me quedé echa una momia, no podía creer lo que me estaba pidiendo, dentro de mí me alegré de que Ximena se hubiera puesto mal, una vez más gracias a ella daba un paso adelante. – Sí, claro que la sé, ahora mismo lo hago.

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