viernes, 17 de agosto de 2012

El precio de una juventud.


    Tenía yo solo 17 años. A esa edad ¿qué te puede preocupar si no pensamos más que en el amor y el desamor? Era yo un pequeño que buscaba ser grande, que quería a toda costa vivir una vida que aún no era la que debía. Una edad en la que el vicio y la fiesta eran primordiales para mí y mis amigos, no tomábamos precauciones de nada, llegábamos a creer que entre más problemas ocasionáramos más grandes y maduros éramos, eso sí sin que nuestros padres se enteraran, sino entonces regresábamos a ser los niños berrinchudos que dependíamos de nuestras familias.

     Casi todos compartíamos la misma edad, excepto uno que solo tenía 16 y el más grande estaba solo a días de cumplir 18, por lo que teníamos una mentalidad muy similar todos, excepto el más pequeño, extrañamente era el que más nos regañaba o nos intentaba prevenir el peligro, pero como es suponer de miedoso y marica no lo bajábamos. Tal vez yo debí hacerle caso, y no solo yo, todos. Pero a esa edad ¿qué nos van a preocupar las consecuencias? Seguían siendo emociones fuertes. De los siete casi adolecentes que éramos solo habíamos dos que guardábamos la virginidad, y digo guardar porque siempre habían momentos en que podíamos perderla muy fácil. Ninguno de nosotros era feo, claro habían algunos mejor parecidos que otros, la situación económica era buena, así que no teníamos problema con las mujeres. Los otros chicos siempre nos hacían burla por lo que éramos, pero no llevábamos prisa, al decir verdad, yo disfrutaba besar a las chicas y meterles mano, pero más de ahí no me daba la gana.

     Recuerdo que un día en una fiesta de alguien que yo jamás conocí, había una chica bastante atractiva. Era una de esas fiestas donde no hay censura alguna, todos se meten lo que quieren y quien sea puede terminar con cualquiera. En esa fiesta se había planteado únicamente que no podía haber sexo en frente de los demás, para eso habían destinado algunos cuartos o incluso el baño, y entendiendo por sexo únicamente que hubiera penetración de otra manera estaba permitido. Era una locura total. Diego, que era el más joven de nosotros me pidió que nos marcháramos, que no se sentía cómodo en ese lugar. Yo le pedí que se quedara conmigo, y que no tuviera miedo. Él acepto mi propuesta, y en toda la noche no se separó de mí. De un momento a otro, sentí la mirada de alguien muy fuerte, al voltear a ver era esa chica, hermosa, de un cuerpo perfecto, y un gran escote que a cualquiera haría sudar. Yo le hice un gesto con la cara, y ella me lo correspondió, pero un hombre llegó a sus espaldas y se la llevó, tal vez fue lo mejor. Yo me sentí como un idiota, y seguí bebiendo. Uno de los chicos me ofreció una pastilla, me aseguró que con esa la pasaría de poca madre, yo la recibí sin intención de tomarla, no estaba tan loco o tan borracho. Sin embargo sí la consumí ¿Por qué? Simple, Diego me pidió que no lo hiciera. Me la tomé solo por fastidiarlo, no perdí el sentido, pero sí mi valor. Pedí otra de esas pastillas a ese chico, en esa ocasión me la cobró, fui hasta Diego, y sin que se diera cuenta la eché en su bebida.

    La noche avanzó, y yo comencé a sentir mucha excitación sexual, no sé qué me había dado con esa pastilla, pero incluso mi respiración comenzaba a aumentar. No pude evitar sentir el calor de Diego a mi lado, y me excitaba más. Yo estaba consciente de que estaba bajo la dosis de esa cosa, y que yo no era puñal, así que aguanté mis deseos en ese instante. Entre la gente vi sentada a la chica <<Es ahora o nunca>> me dije. Caminé hacia ella y le hablé, ella ya estaba algo borracha y no sé si drogada, el punto es que congeniamos a la primera, me la llevé al sillón donde estábamos Diego y yo, y prendimos un poco el ambiente. Nos besamos tanto que yo estaba extremadamente excitado, ya no podía soportarlo. Diego estaba a un lado, tocándose, cuando lo vi lo hice que se integrara a nosotros, él aceptó, ella nos jaló y nos llevó hasta una recámara, donde pasó de todo. Fue una noche realmente alocada, era mi primera vez con una mujer impresionante, y con uno de mis amigos, para él también era la primera vez. Lo hicimos tantas veces que creo después de eso terminamos siendo expertos. Ella tenía un cuerpo único, ni una marca, nada. Senos perfectos, era mayor que nosotros, tal vez unos cuatro años, por lo que en experiencia nos ganaba por mucho. Hicimos lo que ella quería que hiciéramos, incluso entre Diego y yo, pero al momento no nos importó.

     ¿Porqué les he contado esta historia? Simple, porque hoy cumplo 21 años, y desde ese día marqué mi vida para siempre. Decidí entregarme a una cualquiera, y no solo eso, hice que uno de mis mejores amigos lo hiciera también, y sin que él lo supiera, hasta hoy no he tenido el valor de confesar lo que hice. Quisiera que esa noche nunca hubiera sucedido, haberle hecho caso a Diego cuando me pedía que nos marcháramos, o que no tomara esa pastilla. Fueron muchos errores en un solo momento y ahora estoy pagando con ello. Cumplo 21 años pero también estoy siendo parte del entierro de Diego. Él nos abandonó hace algunas horas, su agonía ya no paraba, era desgarrador verlo en esa situación, situación en la que sin duda estoy condenado a vivir. ¿Preguntas de qué murió Diego? Más te habría valido no preguntar, esa noche esa mujer nos contagió de una enfermedad mortal, así es SIDA, y hoy estoy pagando las consecuencias de mis actos. Me siento arrepentido, pero sobre todo, me siento miserable al saber cuánta gente no está en mi mismo caso. ¿Cuántos no podrían prevenir si tan solo tuvieran un poco de conciencia? O tal vez solo un condón.

     Yo rezaré a Diego para que sus palabras que están pensando lleguen a él, aunque sé que me están destrozando y que estarán diciendo lo peor de mí. Me lo merezco, y me merezco este sufrimiento y mucho más, es el precio de una juventud sin límites.

1 comentario:

  1. Hola Gustavo.
    Leí tu articulo.
    Es desgarrador el final.
    Lamento muchísimo saber lo que le ha pasado a tu amigo, lo que estás sufriendo y el sentimiento de culpa que te embarga.
    Querido Gustavo no estoy pensando lo peor de ti, no mereces este sufrimiento, al contrario mereces todo el amor, cariño y comprensión. Perdónate por favor, no querías que sucediera, no eras consciente de ello, pero pasó y no puedes hacer nada al respecto.

    Estoy segura que tu amigo quiere que tú seas feliz, que vivas el día a día como si fuera el último.

    Mi corazón te abraza. Nunca pensé que fueras tan joven, eres demasiado maduro para tu edad. Es obvio, esta experiencia te ha marcado y ha hecho que crecieras a pasos agigantados. Eres un alma vieja viviendo en el cuerpo de un joven.
    Se necesita mucha valentía para reconocer los errores y asumir lo que tú has hecho. Estoy orgullosa de ti.
    Recibe mi corazón y todo mi amor.
    Afectuosamente,
    Lucía.

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