viernes, 16 de noviembre de 2012

Él, quien murió de amor.


Al final yo era solamente su enamorado, uno más tal vez aunque estoy seguro que nadie sintió por ella algo tan fuerte como lo que yo sentía. Siempre negué a todos cuánto la amaba, me gustaba hacerles creer que era solo un amor de amigos, aunque habían quienes siempre me cuestionaban, en especial su hermano <<Estás seguro que no estás enamorado de ella>> me decía siempre, y yo fingía total desinterés. Lo cierto era que ella era todo mi camino, todo mi rumbo, ella era capaz de convertir un segundo en miles de horas o al contrario, cada que no estaba presente o la veía pasar desde lejos, los minutos eran eternos, y cuando al fin estaba a mi lado, así pasara todo el día, para mí no era suficiente, empecé a darme cuenta que la necesitaba indirectamente, aunque ella buscaba a alguien más, a otro caballero de mayor edad, entiendo que soy un poco tonto, y que aún me falta mucho por conocer pero por ella estaba dispuesto a dejar esta imagen.

Recuerdo bellos momentos en los que la soledad me atrapaba, y es normal en un chico de 18 años, y sin quererlo ni saberlo ella aparecía en mi vida, me decía cosas hermosas y me ayudaba a salir de esos espacios blancos. Recuerdo también cuando ella se sentía triste y me buscaba, al ser ella una chica tan guapa, muchos hombres la buscaban por interés y jugaban con ella, desafortunadamente nunca supo diferenciar esas cosas y entregaba el corazón a todos, a todos excepto a quien estaba dispuesto a recibirlo y cuidarlo, excepto a mí. Me buscaba llorando, pidiéndome consejos, yo la abrazaba y le hacía sentir que todo estaría bien, y así era hasta que conoció a ese hombre mayor, no llegaba tal vez a los 25 años, pero a ella le parecía muy interesante. Él la lastimaba con frecuencia y ella corría a mí a consolarse, más de una vez terminó con esa relación y por una extraña razón algo los unía. A mí me mataba el saber que le volvería a hacer daño. No había momento que más odiara que cuando la veía vertir sus lagrimas sobre mi hombro.

Aún recuerdo el día que no soporté más y le dije lo que sentía, ella me llamó porque necesitaba contarme algo importante que le había sucedido con "el otro". Cuando comenzó a contarme, sentí que las estrellas caían a cachos sobre mi, rasgando mi piel una a una. << ¿Te irás con él?>> Eso parecía, ella me abrazó y no soporté el llanto.

- ¿Sabes algo? – solté sin pensar más – Hay ocasiones en las que quisiera que si me llamaras no fuera para hablarme lo mal que lo pasan, y yo te sirva para desahogarte, te diga lo maravillosa que eres, todo lo que vales, y mañana estés con él de nuevo.
- ¿Pero qué te pasa? – Dijo con cierta extrañeza.
- Me pasa, que no soporto más. No sé cómo no te das cuenta que mi corazón se parte cada que estás con él. Que mi respiración me falta cuando me platicas que haces con él lo que jamás podré hacer contigo. ¿Sabes? Me gustaría que un día me llamaras y por primera vez me dijeras que es porque me necesitas, porque me quieres.

Ella permaneció en silencio, mirándome fijamente, yo sentía una sensación en mi cuerpo inexplicable, salí de ese lugar, la dejé ahí sin haberla escuchado. Corrí al baño y me encerré a llorar en silencio. Apretaba mis puños, mis ojos. No podía entender ¿porqué no era yo lo que ella buscaba? Yo tenía muchas amigas dispuestas a lo que yo les propusiera, pero mi vida estaba atada a la de ella.

Hoy pasan todos esos momentos en mi mente, aquí frente a su tumba, a punto de ser llevada algunos metros hacia abajo, y mi corazón acompañándola. Miro a su hermano, a su madre desconsolados, y a ese, que tanto la lastimó dejando un ramo de rosas enorme sobre ataúd, y yo con solo una pequeña flor, pero tal vez en esa flor estaba entregando más de lo que todos podían imaginarse. Caminé al féretro y la puse sobre él, mi llanto no pudo ocultarse y comencé a sacar todo lo que tenía adentro, no sé si lo llevé a eso también, pero ese hombre “el otro” comenzó a llorar  a mi lado, repitiendo muchas veces <<Mi amor, te amo>>. Y yo en silencio las repetía con él. Me jaló del brazo y me abrazó fuertemente. Y así despedí al ser que más me hizo sentir en mi vida, al ser de quien me enamoré.

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